Dorcas era un mujer buena y trabajadora. Era muy querida, casi como doña Beatriz por los niños de su vecindario. Algunos le decían Tabita otros le decían Dorcas.
Tabita creía en el Señor Jesús. Ella había escuchado decir que Él ayudaba a los que tenían necesidades. Por eso, ella quería hacer lo mismo.
Tabita vivía en Jope. Se esmeraba en hacer buenas obras y en ayudar a los pobres. Ella era costurera; cosía vestidos y túnicas, especialmente para las viudas.
¿Crees que Tabita tenía muchas amigas? Eso no sería raro, tan buena que era.
Muerte de Dorcas
Un día sucedió algo muy triste. Tabita enfermó gravemente, y murió. Todos los que la conocían se pusieron tristes.
–Tenemos que avisarle a Pedro que Tabita ha muerto –dijeron sus amigas.
Algunas mujeres lavaron el cuerpo de Tabita y lo pusieron en una sala. Dos hombres fueron a traer a Pedro, uno de los apóstoles que había estado con Jesús. Él estaba en Lida, una ciudad cercana, y vino rápidamente a Jope.
Al llegar Pedro, las mujeres le mostraron los vestidos y las túnicas que Tabita hacía cuando estaba con ellas.
–Mira, hermano Pedro –decían, llorando–. Tabita era muy buena. Mira las túnicas que cosía. Mira estos vestidos.
Dorcas resucita
Pedro mandó que todos salgan de la sala. Al quedar solo, se arrodilló junto al cuerpo de Tabita y oró al Señor. Luego, mirando al cuerpo muerto, dijo: «Tabita, levántate.»
¡Y Tabita abrió los ojos!
–¿Dónde estoy? ¿Qué ha pasado? –preguntó ella.
–No te preocupes –le dijo Pedro–. Dame la mano y te voy a ayudar. Has estado un poco enferma, pero ya estás bien.
Cuando Tabita se levantó, Pedro abrió la puerta y llamó a todos para que entraran.
–¡Tabita, Tabita! –gritaron las mujeres, abrazando a su querida amiga–.¡Qué alegría es tenerte viva otra vez!
Las noticias de la resurrección de Tabita corrieron por toda la ciudad. «¡Tabita ha vuelto a vivir! ¡Dorcas está viva!»
Y la gente comenzaba a creer en Jesús.
«¿Has oído la última noticia? –se preguntaban unos a otros–. Tabita estaba muerta, ¡pero está viva!»
Dios había hecho un lindo milagro para una buena mujer.
Invitada de honor
Los niños del Club habían estado ocupados haciendo trabajos y mandados para llenar otro «frasco de amor». Pepita sugirió que lo den a la abuelita Damaris, una anciana que vivía sola. Pepita sentía amor y compasión por ella.
Cuando doña Beatriz lo puso a votación todos estuvieron de acuerdo. Decidieron que Pepita fuera a buscarla y la trajera al Club. Y eso es lo que hizo.
Ahora la abuela Damaris estaba con ellos, sentada en un sillón de honor, sintiéndose como una reina.
Al terminar de contar la historia, doña Beatriz se volvió hacia la invitada de honor, y dijo:
–Amada Damaris, le tenemos una sorpresa. En un «frasco de amor» los niños reúnen dinero para alegrar a alguien. Pepita ha sugerido que esta vez el frasco sea para usted.
–¿Para mí? ¿Por qué para mí? –preguntó la anciana.
–Porque usted es la abuelita más linda de nuestro vecindario –dijo Pepita, y se acercó para entregarle el frasco.
–La quiero mucho –dijo la niña, y le dio un fuerte abrazo.
Seamos dadivosos
–En mi juventud yo era como Dorcas –dijo la abuelita Damaris–. Yo cosía ropa para los niños pobres. Ahora tengo mala vista y no puedo coser. Pero me gusta ayudar.
Los niños se emocionaron y empezaron a hacerle preguntas. La vecina Damaris les contó acerca de los niños que habían recibido los vestidos y las camisas que ella cosía.
–Ahora Dios me está premiando con un regalo –dijo ella–. Gracias, niños. Su gesto de amor me llena de alegría.
Doña Beatriz pidió a Sal que leyera Proverbios 19:17, y Sal leyó:.
Servir al pobre es hacerle un préstamo al Señor;
Dios pagará esas buenas acciones.
Era cierto, ¡Dios estaba premiando a la abuela Damaris!
Dadivosidad = Generosidad
La próxima semana hablaremos de una prueba de dadivosidad
que es la HOSPITALIDAD.
MIS PERLITAS
Encuentra en Mis Perlitas muchas ayudas para esta historia.
Recibe los milagros que Dios quiere hacer en tu vida.