La mosca que cayó en la trampa

Paco era amigo de las arañas. Su araña preferida vivía en un rincón del techo en el dormitorio. Allí también vivía una mosca.

La mosca solo había visto a la araña de lejos. Siempre que la veía se escapaba volando porque le habían advertido que las arañas eran peligrosas. Por eso trataba de no acercarse a ella.

LA ARAÑA Y LA MOSCA

Un día la araña y la mosca se encontraron junto a la ventana. Entonces la araña le preguntó a la mosca si podrían ser amigas.

–Yo soy amiga de Paco y sería lindo ser también tu amiga –le dijo la araña–. ¡Qué divertido lo pasaríamos!

La mosca se acordó de las advertencias y, sin contestar palabra, se alejó zumbando. Después de un rato volvió a la ventana. La araña todavía estaba allí.

–Ven, te voy a mostrar la casa bonita que tengo –la tentó la araña–. Es mucho mejor que la tuya.

–Puede ser –le contestó la mosca–, pero estoy conforme con mi casita.

LA TRAMPA DE LA ARAÑA

La mosca se fue volando porque se acordó del consejo que había recibido: «¡Cuídate de la araña!»

Cada vez que la mosca se acercaba a la ventana, la araña procuraba convencerla; pero nada parecía interesar a la mosca. Seguía zumbando en su vuelo.

Entonces la araña empezó a tejer una telita en el rincón de la ventana. La próxima vez que vino la mosca, no pudo disimular su curiosidad. Se acercó tanto a la telita que una de sus alas la rozó y llegó a romper algunos hilos. La araña no se enojó.

Simplemente le dijo:

–Ya ves que no es peligroso. Ven más cerca.

EL DESCUIDO DE LA MOSCA

La mosca se acercó más a la tela que tejía la araña. Esta vez casi se le quedó pegada el ala, pero con un poco de esfuerzo se libró.

A la mosca ya se le había olvidado el consejo de que se cuidara de la araña. Se puso cada vez más valiente, sin pensar en el peligro en que se estaba metiendo.

Yo soy fuerte –pensaba la mosca–. La araña no me va a atrapar.

Apenas hubo pensado eso, voló con fuerza contra la tela para mostrarle a la araña lo fuerte que era.

Esta vez no tuvo la misma suerte que antes. Ahora se le quedaron atrapadas las dos alitas en la tela de la araña.

Por más que aumentó el zumbido no pudo librarse. Pobre mosquita, ¡estaba atrapada!

ALMUERZO DE LA ARAÑA

La araña se acercó a la mosca y rápidamente la envolvió con unos cuantos hilos, para asegurarse de que no escapara. Para la mosca, ¡el juego había terminado!

La mosca comprendió que su propio atrevimiento la había traicionado. Ya era tarde para arrepentirse. Lo único que le esperaba era ser el almuerzo de la araña.

¡Así fue! Muy feliz, la araña se comió a la mosca. Estaba muy satisfecha por el buen trabajo que había hecho de engañar a la mosca.

¡La mosca había caído en la trampa que le tendió!

LAS TRAMPAS DEL DIABLO

Cuando Paco descubrió a la mosca atrapada en la tela de una de sus arañas, dijo:

–Eso te pasó por no escuchar las advertencias. Tenías que cuidarte de las arañas.

Muchas veces su papá le había explicado que el diablo tienta a grandes y a chicos para que hagamos lo malo; pero no tenemos que caer en sus trampas.

Así como la araña hizo caer a la mosca en su tela, nuestro enemigo el diablo nos engaña para que caigamos en pecado. Pero el Señor Jesús quiere ayudarnos a vencer las tentaciones.

Salomón, el rey más sabio, le habló a su hijo del peligro del pecado, diciendo: «Hijo mío, si los pecadores quieren engañarte, no vayas con ellos.»

MIS PERLITAS

En MIS PERLITAS hay varios materiales para esta historia.

 

El error de Balín

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Balín era un perrito inteligente y cariñoso. Vivía con sus amos en una casa de campo. Le encantaba corretear con su amo, un muchachito llamado Javier.

Cuando Javier iba a la escuela Balín lo esperaba sentado a la puerta, y cuando su pequeño amo llegaba a casa daba saltos de alegría. Luego Javier lo abrazaba y el perrito le lamía la cara.

–Tú eres mi mejor amigo –le decía Javier a su querido perrito. Como si Balín comprendiera lo que le decía Javier, se paraba en dos patitas y con las otras dos abrazaba a su amo y amigo.

–Yo quiero que siempre estés conmigo –le repetía Javier muchas veces–. Me encanta cuando me lames la cara.

¡Y como si Balín comprendiera, lo lamía más!

UN HERMOSO INSECTO

Un día cuando Balín jugaba en el patio, se fijó en un insecto que andaba en el suelo. Al perrito le interesó el insecto y se acercó para mirarlo. El insecto tenía un cuerpo de hermoso color azul y sus alas eran de rojo vivo.

Después de dar unas vueltas alrededor del insecto, Balín comenzó a dar saltos y a ladrar; pero se cuidaba de no acercarse demasiado. Si Javier hubiera estado en casa le hubiera dicho: «¡Cuidado, Balín!» Pero Javier estaba en la escuela.

TENTADO POR EL INSECTO

El insecto estaba indiferente, y seguía andando, a la vez que movía sus hermosas alas, como si tratara de atraer a Balín. Balín se puso más valiente y se acercó poco a poco al insecto.

Las hermosas alas rojas del insecto lo tentaban. Como el insecto no le hacía nada, decidió una vez por todas mostrarle que él era más grande y fuerte. Muy decidido, pisó con una de sus patitas al insecto.

Parece que el insecto sólo estaba esperando el momento preciso, porque con la rapidez de un rayo se dio vuelta, sacó un aguijón que hasta ese momento tenía escondido, y lo clavó en la patita de Balín.

UN GRITO DE DOLOR

¿Te imaginas el grito de dolor que dio el pequeño Balín? Se fue corriendo en tres patitas, dando gritos de angustia: «¡Guau, guau, GUAU!» Con esto aprendió una lección importante: no hay que jugar con los insectos.

Cuando Javier llegó de la escuela lo encontró sentado en el fondo del jardín, lamiendo su patita.

–¿Qué te pasa, amiguito? –le preguntó a su querido Balín.

Como los perros no pueden hablar, lo único que hizo Balín fue mirar a su amo con ojos grandes y tristes. En vez de lamerle la cara a Javier, seguía lamiendo su patita.

Javier tomó a Balín en sus brazos y lo llevó a la cocina, donde estaba su mamá. Ella examinó la patita de Balín y encontró el aguijón. ¡Qué alivio para Balín cuando se lo sacó!

–¿Qué hiciste perrito travieso? –dijo la mamá.

Lo único que Balín hizo para contestar fue mover rápidamente la cola y lamer la cara de su amo Javier.

¡Qué bueno era para Balín estar en los brazos de su amo!

EL AGUIJÓN DEL PECADO

La experiencia de Balín nos enseña algo importante. En la vida hay muchas cosas que buscan atraer nuestra atención. El diablo quiere atacarnos con el aguijón del pecado.

Ten cuidado con lo que miras en la televisión y cuídate de los juegos en video, que pueden llenar tu mente con mucha violencia. Si tienes acceso a computadora o a un teléfono, cuídate de los lugares que visitas en la Internet.

Así como a Balín le pareció interesante jugar con el insecto, hay niños que juegan con el pecado. No se dan cuenta del gran peligro que representan las cosas que el diablo presenta como bonitas y atractivas.

RESISTE LA TENTACIÓN

La Biblia considera dichosos a los que resisten la tentación. ¿Sabes por qué? Cada vez que haces lo bueno en vez de lo malo, ganas una victoria sobre el pecado. El premio de obedecer a Dios es la vida eterna.

Así como Javier amaba a su perrito Balín, y nunca quería separarse de él, Dios te ama y quiere que siempre estés con Él.

Pero Dios es santo y puro, y en su presencia no puede haber pecado. Por eso Jesucristo vino al mundo para ser nuestro Salvador. Si aceptas su amor podrás estar siempre con Dios.

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En MIS PERLITAS está todo lo que corresponde a esta historia.