Sal y Pimienta, los amiguitos llamados Alberto y Félix, tenían algo muy emocionante que contarle a doña Beatriz y a sus amigos del Club Tesoros. Un tío de Sal los había llevado de paseo a ver el barco donde trabajaba, ¡y habían conversado con el capitán!
–El capitán me dio la mano –dijo Pimienta.
–Y nos dejó manejar el timón –dijo Sal.
Después de conversar un rato acerca del barco que visitaron Sal y Pimienta, doña Beatriz repartió papel para que hagan barquitos.
–Los barquitos de papel son fáciles de hacer pero no duran mucho –dijo la buena vecina–, y solamente sirven para jugar.
Para hacer el barquito los niños tenían que seguir exactamente las instrucciones: doblar el papel por la mitad; doblar dos puntas hacia el centro… los niños seguían una por una las indicaciones de doña Beatriz.
–¿Quién ha oído hablar de un barco que era como un gran zoológico? –preguntó doña Beatriz.
–Un barco no puede ser un zoológico –intervino Pimienta–. El zoológico es un parque para animales. En un barco no caben los elefantes y las jirafas.
–¿No has oído hablar del arca de Noé? –le preguntó Pepita.
–Sí, he oído acerca del arca de Noé –respondió Pimienta, un poco indignado–. Pero doña Beatriz nos preguntó acerca de un barco que era como un zoológico.
–Pimienta, el arca era un barco grande –dijo Sal a su amigo.
Sin más discusión, la buena vecina les contó la historia de Noé el constructor y capitán del arca-zoológico.
Noé y el arca
Había mucha maldad en el mundo; tanta maldad que Dios se arrepintió de haber hecho al hombre. Decidió destruir a la humanidad. Mandaría un diluvio para acabar con todos.
Pero no era posible destruir a todos, porque había un hombre que obedecía a Dios. Su nombre era Noé.
Un día Dios le habló. «Noé –dijo Dios–, la gente es muy mala y desobediente. He decidido destruir a todos. Pero voy a dar una oportunidad de salvación. Quiero que construyas un arca, un barco grande. Te voy a dar las medidas y las instrucciones, y te diré qué materiales emplear.»
Y así fue. Dios le dio a Noé el tamaño exacto: 300 codos de largo, 50 de ancho y 30 de alto. Y le dijo cómo debía hacer todo, incluso la puerta y la ventana para ventilación.
(Un codo equivale a medio metro o a 1,5 pies; calcúlalo.)
El desfile de animales
Noé nunca había visto lluvia, porque en esos tiempos no llovía. Dios le dijo que llovería. Noé creyó a Dios y, como dice la Biblia, hizo todo según lo que Dios le mandó.
Noé debía entrar al barco con su familia. Él tenía esposa y tres hijos; sus hijos tenían esposas. Eran ocho personas. Ellos entrarían allí con una pareja de cada especie de animal. El barco iba a ser tan grande que habría lugar para todos los animales, aún para los elefantes y las jirafas.
Noe y sus hijos trabajaron largo tiempo. Tuvieron que ir al bosque a cortar árboles para tener la madera que necesitaban. Seguramente la gente se burlaba de que estaban construyendo un barco lejos del mar. Además, ¿cómo llovería?
Noé y sus hijos construyeron el barco tal y como Dios lo había indicado. Cuando estuvo listo, tuvieron que juntar comida para ellos, sus esposas, y todos los animales.
Una mañana, Noé vio algo extraño. Un desfile de animales venía desde lugares remotos. Dos elefantes, dos leones, dos tigres, dos jirafas, dos cebras, dos gatos, dos ratoncitos… todos los animales venían desfilando hacia el barco.
Salvados del diluvio
Todos los animales entraron al barco; luego Noé y su familia. Nadie más entró; sólo ellos. Después, Dios mismo cerró la puerta. Siete días estuvieron en el arca sin que pasara nada. Entonces comenzó a llover, ¡y cómo llovía! Llovió cuarenta días y cuarenta noches. Toda la tierra se cubrió de agua.
¿Crees que tenían miedo? Tal vez; pero sabían que Dios estaba con ellos. ¿Y toda la gente? Todos los que no entraron en el arca murieron ahogados, porque no creyeron en el Señor. Pero Noé fue fiel. Se salvó porque hizo todo según lo que Dios le había mandado.
MIS PERLITAS
En MIS PERLITAS está todo lo que corresponde a esta historia.