Un campamento inolvidable

Raquel se sentía emocionada. Su iglesia estaba organizando un campamento. «Un campamento de verdad», dijo Raquel al pedirle permiso a su papá para asistir. Sería inolvidable… ¡Iban a dormir en carpas!

Su papá le prometió que si sacaba buenas calificaciones en la escuela iría al campamento. Por eso Raquel ponía todo su esfuerzo en el estudio y hacía todas sus tareas.

«Raquel la estudiosa» le decían sus amigas, porque en vez de jugar estudiaba. Como sabes, ella tenía sus razones. También su hermano Oscar recibió la promesa de ir al campamento. Pero Oscar no tenía que esforzarse; él era un «genio» en los estudios. Recordaba de una vez las cosas que leía u oía. A Raquel no le parecía justo. ¿Por qué ella tenía que estudiar duro y a Oscar todo le resultaba fácil?

«¡Así es la vida!» le decía su mamá cuando ella se quejaba. ¿Verdad que así es la vida? Tal vez tú has sentido lo mismo que Raquel. No te desanimes, sino haz tus estudios.

COMPAÑERISMO Y DIVERSIÓN

El día que la maestra entregó las libretas de notas a los alumnos Raquel sonrió de oreja a oreja. Al revisar su libreta tuvo una grata sorpresa; tenía muy buenas calificaciones. ¡Iría al campamento! Oscar, por supuesto, también sacó buenas notas. Ambos se prepararon para ir.

El día señalado Raquel y Oscar, y más de 50 niños, viajaron al campamento. Cada uno llevaba su pequeño equipaje: ropa, frazada, jabón, cepillo de dientes, Biblia, libreta de apuntes… ¡y muchas sonrisas! ¿Quién puede estar triste cuando se trata de ir a un campamento?

Fueron lindos días de estudios bíblicos, paseos, compañerismo y diversión. La clausura llegó demasiado rápido. Pero había algo que le hacía falta a Raquel.

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UNA SEMILLA QUE DA FRUTO

Durante los estudios aprendieron que la vida cristiana es como una semilla que germina y da fruto. La maestra les mostró una planta como ejemplo y les enseñó la parábola de Jesús acerca del hombre que salió a sembrar.

–La semilla es la Palabra de Dios –dijo la maestra–. Yo soy como el hombre que salió a sembrar, porque estoy sembrando en cada uno de ustedes lo que enseña la Biblia.

–Yo sé qué es –dijo Raquel–. Es la parábola del sembrador. A veces los pajaritos se comen la semilla.

–Sí –respondió la maestra–. Pero cuando la semilla cae en buena tierra da fruto. Yo quiero que la palabra que les enseño lleve mucho fruto en sus corazones.

La enseñanza que más interesó a Raquel, y también a su hermano Oscar, fue acerca del Espíritu Santo y la promesa que el Señor Jesús dio a los discípulos antes de ir al cielo.

LA PROMESA DEL ESPÍRITU SANTO

Jesús prometió a sus discípulos que recibirían el poder del Espíritu Santo. Esa promesa de Jesús se cumplió el día de Pentecostés, cuando vino el Espíritu Santo sobre los discípulos de Jesús que estaban reunidos en Jerusalén, orando.

Los discípulos hablaron en lenguas. Las personas que habían venido de distintos lugares para la fiesta de Pentecostés, oyeron cada uno en su propio idioma las maravillas de Dios.

Era el Espíritu Santo que les daba las palabras. Ellos no habían aprendido esos idiomas. No solo hablaban en lenguas sino tenían poder y valentía. Pedro, que antes había negado a Jesús, ahora era valiente. Ese día predicó con poder y tres mil personas recibieron a Jesús como su Salvador.

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UNA PROMESA TAMBIÉN PARA TI

–La promesa del Espíritu Santo no era solamente para los discípulos –dijo la maestra–. Es también para ti. El Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan.

Raquel deseaba recibir esa promesa; necesitaba el poder del Espíritu Santo para ser valiente y testificar de Jesucristo. No quería volver a casa sin recibir la promesa.

Esa noche, durante el último culto de oración, Raquel fue bautizada en el Espíritu Santo. Tuvo la misma experiencia que los discípulos en el día de Pentecostés. Ella habló en lenguas. Sintió una alegría grande e inexplicable.

Oscar también fue bautizado en el Espíritu Santo. Raquel pensó en la planta que les había mostrado la maestra y acerca de la semilla que produce fruto si cae en buena tierra.

Para Raquel y Oscar fue un campamento inolvidable. La semilla de la Palabra de Dios había caído en buena tierra. Ellos sabían por experiencia propia que el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan.

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