Timoteo, el discípulo fiel

Discípulo. ¿Qué es un discípulo? Busca la palabra en un diccionario y encontrarás esta definición o alguna similar: «persona que aprende una doctrina, ciencia o arte bajo la dirección de un maestro».

Un discípulo es un alumno. Jesús escogió 12 discípulos que estuvieron con Él como sus alumnos especiales. Tuvo muchos otros discípulos; pero estos doce lo acompañaron dondequiera que iba. Aprendieron las enseñanzas de Jesús para luego enseñarlas a otros.

El apóstol Pablo también tuvo discípulos. Al llegar a una ciudad llamada Listra conoció a Timoteo, un joven que llegó a ser su discípulo y como un hijo para él.

La madre de Timoteo era Eunice, una mujer judía creyente; sabemos que su padre era griego, pero no conocemos su nombre.

Su abuela era Loida. La Biblia nos da los nombres de su madre y su abuela, porque ellas hicieron algo muy importante; desde que Timoteo era niño le enseñaron las Escrituras, la Palabra de Dios.

Buena reputación

Timoteo era un buen muchacho; tenía buena reputación. ¿Qué significa «reputación»? Es la opinión o la consideración que se tiene de alguien o algo.

Si tienes buena reputación, quiere decir que tienes buen prestigio o estima. Los hermanos de Listra hablaban bien de Timoteo; lo estimaban. Timoteo tenía buen prestigio.

Tristemente, también es posible tener mala reputación.

¿Quisieras que la gente hable bien de ti? ¿Quisieras que te estimen? Aprende desde niño las Sagradas Escrituras y cumple los mandamientos de Dios. Eso es lo que hacía Timoteo.

Usando los dedos de la mano hemos aprendido lo que debemos hacer con la Biblia:

ATIENDE

ESTUDIA

ATESORA

HABLA

Cada dedo representa una palabra.

Hoy nos toca la del dedo meñique: CUMPLE.

Cumple todos los días de tu vida lo que te enseña Dios en su Palabra, la Santa Biblia.

Compañero de Pablo

Cuando Pablo conoció a Timoteo y supo de la buena reputación que tenía, ¿qué crees que hizo? ¡Pablo lo invitó a acompañarlo en sus viajes misioneros!

Timoteo no solamente llegó a ser el compañero de trabajo de Pablo, sino un verdadero hijo para él. Para Pablo no había otro como Timoteo, que servía al Señor juntamente con él, como si Pablo fuera su padre.

Sabes que hay cartas de Pablo en la Biblia, ¿verdad? Pablo y Timoteo escribieron juntos varias de esas cartas. Búscalas en tu Biblia y fíjate lo que dice el saludo inicial de cada una: 2 Corintios, Filipenses, Colosenses, 1 y 2 Tesalonicenses, y Filemón.

Un buen discípulo

Imagina lo emocionado que debe de haber estado Timoteo cuando Pablo lo invitó a viajar con él y su compañero Silas. A veces también Lucas acompañaba a Pablo. Lucas escribió el libro de Hechos y el Evangelio que lleva su nombre. Lucas era médico. Si Pablo, Silas o Timoteo se enfermaban, los atendía el doctor Lucas.

Timoteo fue un buen discípulo. Aprendió muchas cosas de su maestro Pablo. Cuando la iglesia en Éfeso necesitaba un pastor, Timoteo recibió ese cargo.

Algunos pensaban que Timoteo era muy joven para ser pastor. Pablo le escribió una carta para animarlo. «No dejes que nadie te desprecie por tu juventud», decía la carta. Más bien, Timoteo debía ser ejemplo de los creyentes, en su manera de hablar, en su conducta, en amor…

Esto es lo que Pablo le escribió, en 1 Timoteo 4:12:

Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en

  • palabra
  • conducta
  • amor
  • espíritu
  • fe
  • pureza

Desde niño Timoteo fue discípulo. Aprendió la Palabra de Dios de su madre y su abuela; después fue discípulo de Pablo. Luego él mismo fue maestro y tuvo alumnos.

¿Quisieras ser un discípulo que cumple fielmente la Palabra de Dios?

MIS PERLITAS

En Mis Perlitas hay mucho material que acompaña a esta historia.

Pablo, el misionero más amado

Pablo y su compañero Silas

Hoy quiero que conozcas al misionero más amado de todos los tiempos. ¿Amado por quién? Por todos los que gracias a su trabajo incansable llegaron a conocer el evangelio. Amado por todos los que por más de 2.000 años han leído su historia y sus cartas que tenemos en la Biblia.

Es el misionero más amado; pero también fue el más odiado.

Pablo nos cuenta algunas de las cosas que le pasaron en su vida como predicador del evangelio.

  • He estado preso muchas veces
  • Me han azotado con látigos, 39 azotes cada vez
  • Tres veces me han golpeado con varas
  • Me tiraron piedras hasta dejarme medio muerto
  • He viajado mucho, arriesgando mi vida
  • Tres veces se hundió el barco en que yo viajaba
  • He estado en peligro en muchos lugares
  • He trabajado mucho, y he tenido dificultades
  • Muchas noches las he pasado sin dormir
  • He sufrido hambre y sed, y frío por falta de ropa
  • Muchas veces he estado en peligro de muerte

Saulo el perseguidor

Al principio se conocía a Pablo con el nombre de Saulo. Cuando Saulo era joven tenía muchos deseos de servir a Dios. Él pensaba que si castigaba a los seguidores de Cristo y los hacía poner en la cárcel le hacía un gran servicio a Dios.

Una vez, cuando iba con un permiso especial a Damasco, para llevar presos a Jerusalén a los discípulos de Jesús, una luz como rayo lo rodeó en el camino.

–¡Saulo! ¡Saulo! ¿Por qué me persigues? –le dijo una voz.

–¿Quién eres, Señor? –preguntó Saulo.

–Yo soy Jesús, a quien tu persigues –respondió la voz.

Perseguir significa molestar a alguien, hacerle sufrir el mayor daño posible. Eso es lo que hacía Saulo. Al perseguir a los que amaban a Jesús era como hacerle daño a Él mismo.

Saulo se arrepintió, y en vez de perseguir a los discípulos de Jesús en Damasco, empezó a predicar. Al poco tiempo Saulo tuvo que escapar, porque las autoridades de los judíos lo buscaban para matarlo.

Los jefes religiosos odiaban a Jesús y a todos los que hablaban de Él. Saulo iba a la sinagoga a enseñar que Jesús es el Hijo de Dios; por eso decidieron matarlo.

Para salvarlo de los judíos, los discípulos lo bajaron en una canasta por una ventana en el muro de la ciudad. Así escapó Saulo… ¡y empezaron las aventuras de la vida misionera de Pablo!

El misionero Pablo

Damasco, Jerusalén, Tarso, Antioquía, Iconio, Derbe, Troas, Corinto, Filipos, Éfeso, Cesarea… estos son algunos de los lugares donde Pablo predicó. El Saulo de antes, que buscaba matar a los seguidores de Cristo, ahora era el apóstol Pablo, que quería que todos lleguen a conocer a Jesús.

En los barcos en alta mar, en las ciudades que visitaba, en los hogares donde se hospedaba, a orillas de los ríos, en las cárceles cuando lo perseguían, en las sinagogas, en presencia de reyes… ¡No había lugar donde Pablo no predicara!

Cuando Pablo le habló al rey Agripa, el rey dijo: «Por poco me convences a hacerme cristiano.»

Era como decir «casi me hago cristiano». Pero no se puede «casi» seguir a Cristo. Hay que aceptar al Señor de todo corazón; hay que servirle con todas las fuerzas; hay que dedicarle la vida cien por cien. Eso es lo que hizo Saulo en el camino a Damasco, cuando resplandeció una luz y Jesús le dijo: «¿Por qué me persigues?»

Lee Hechos 9, de cómo fue el encuentro de Saulo con Jesús.

El Señor dijo a su siervo Ananías que le iba a mostrar a Saulo cuánto tendría que sufrir por el nombre de Jesús. Hemos visto algunos de los sufrimientos de este gran hombre.

Para Pablo, seguir a Jesús y predicar el evangelio llegó a ser lo más importante; era como el aire que respiraba. Antes de recibir a Cristo en su vida, él respiraba amenazas de muerte contra los discípulos; después, su corazón estaba lleno de amor y de la fragancia de Jesús.

En una de sus cartas Pablo escribió: «no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación…»

¿Estás dispuesto a ser un valiente misionero como Pablo?

MIS PERLITAS

Encuentra en Mis Perlitas muchas ayudas para esta historia.

 

David, valiente poeta y pastor

David, el pastor de ovejas que llegó a ser rey. Cuando sus amigos y vecinos se divertían en sus juegos, David estaba en el campo componiendo canciones y cuidando ovejas. Él era el menor de los hijos de Isaí; tenía siete hermanos mayores. Ellos estaban ocupados con otros trabajos y mandaron a David al campo.

David era poeta; escribía hermosas poesías acerca de Dios y su amor. También era músico y cantor. David tenía un instrumento llamado arpa. Sus ovejas escuchaban las canciones y la música. Les decimos «salmos».

David amaba a sus ovejas y las cuidaba lo mejor posible. Él pensaba en Dios como su gran pastor, que cuidaba de él así como él cuidaba de sus ovejas. Escribió la poesía más conocida, que habla de Dios como su pastor.

Tú, Dios mío, eres mi pastor;
contigo nada me falta.
Me haces descansar en pastos verdes,
y para calmar mi sed
me llevas a aguas tranquilas.
Me das nuevas fuerzas
y me guías por el mejor camino,
porque así eres tú.

David era valiente. Estaba dispuesto a dar su vida por sus ovejas. Cuando venía un león y se llevaba una oveja del rebaño, David se escondía en una cueva temblando de miedo.

¡No! David perseguía al león y lo golpeaba con un palo hasta que soltara a su presa. ¿Te atreverías a hacer eso? Cuando un oso atacaba la rebaño, David hacía lo mismo.

UNGIDO PARA SER REY

El rey era Saúl. Al principio había sido humilde y obediente a Dios; pero con el tiempo se puso orgulloso. Entonces Dios decidió poner otro rey en su lugar.

«He encontrado en David, un hombre conforme a mi corazón, que hará todo lo que yo quiero», dijo Dios.

Mandó al profeta Samuel para que ungiera a David como el próximo rey. La costumbre era derramar aceite sobre la cabeza de la persona escogida.

Cuando Samuel fue a la casa de Isaí para hacer esto, los hermanos de David pasaron frente a Samuel, uno por uno.

«No te dejes impresionar por su aspecto o por su estatura –le decía Dios por cada uno–. Yo no lo he escogido.»

¡Qué sorpresa fue para todos cuando el pastorcito David se presentó y Samuel dijo que Dios lo había escogido!

¿Crees que David se puso orgulloso porque sería rey? ¡No! Siguió atendiendo a sus amadas ovejas… hasta que… un día pasó algo extraordinario.

DAVID Y EL GIGANTE GOLIAT

Los hermanos de David estaban con el rey Saúl en guerra contra los filisteos. En el campo de batalla había un gigante de casi tres metros de altura. Tenía una coraza de bronce que pesaba 55 kilos.

Ese gigante, llamado Goliat, se burlaba del ejército de Saúl. Desafiaba a los soldados para que alguien saliera a pelear contra él. ¡Los soldados temblaban de miedo!

David fue al campo de batalla a llevar provisiones para sus hermanos. Cuando oyó las burlas del gigante se indignó. Co-mo nadie se atrevía a pelear contra Goliat, él decidió hacerlo.

–¿Cómo vas a pelear tú contra ese gigante? –le dijo el rey Saúl–. No eres más que un muchacho. Ese gigante ha sido guerrero toda su vida.

–Dios va a pelear conmigo –respondió David–. Así como me ayudó a defender a las ovejas de los leones y los osos, confío que me va a ayudar a defender al ejército de Israel contra ese gigante.

¿Sabes con qué David lo venció? Con una honda y una piedra. Pero más que nada en el nombre del Señor su Dios.

–Tú vienes a mí con espada y lanza –dijo David al gigante–. Pero yo vengo a ti en el nombre de mi Dios todopoderoso.

Con eso, lanzó la piedra, que se clavó en la frente del gigante. ¡Goliat cayó de bruces al suelo! ¿Te imaginas cómo tembló la tierra cuando ese inmenso hombre se desplomó?

Los soldados filisteos huyeron. Nadie se imaginaba que el muchacho que había vencido al gigante un día iba a ser rey.

David, como poeta y pastor, y después como rey, siempre siguió escribiendo canciones a Dios. Él atesoraba la palabra del Señor en su corazón para no pecar contra Dios.

¿Atesoras la palabra de Dios en tu corazón?

 

MIS PERLITAS

En Mis Perlitas encuentra el material que corresponde con esta historia.

El buen ejemplo del sacerdote Esdras

Imagina que estás en una cápsula del tiempo. Vas viajando por el espacio recorriendo cientos y miles de años hacia el pasado. Es emocionante porque no sabes dónde vas a aterrizar. Has apretado botones al azar. Lo único que sabes es que vas a llegar a Canaán, la tierra que Dios dio a su pueblo Israel.

De pronto empiezan a tocar bocinas y la nave hace unos movimientos bruscos. ¿Qué pasa? Ah, ya estás por aterrizar. ¿A qué edad del tiempo habrás llegado?

Miras por la ventanilla y ves a un hombre muy concentrado en el estudio de un rollo. Te preguntas por qué tiene un rollo y no un libro; pero luego recuerdas que en la antigüedad los libros eran rollos de cuero, llamados pergaminos.

LLEGADA A JERUSALÉN

Sales de la nave y el hombre se acerca. Con una gran sonrisa te saluda.

–Hola, amigo. Soy Esdras el sacerdote. Estoy en Jerusalén para enseñar al pueblo la ley de Dios y restablecer el templo.

¡Ah, estás en Jerusalén! Ahora recuerdas que Israel ha estado cautivo en Babilonia. El pueblo fue desobediente a Dios y por eso Él permitió que vinieran enemigos a llevarlos cautivos.

Saludas respetuosamente a Esdras. Miras alrededor y ves a gente muy ocupada. Están reconstruyendo los muros. Hay niños trabajando. Acarrean agua y alcanzan ladrillos a sus padres.

–Cuando terminemos de construir los muros, mi amigo Nehemías y yo reuniremos al pueblo para enseñarles la ley de Dios.

Luego Esdras te dice que el rey Artajerjes lo ha mandado para que enseñe la ley y para que nombre jueces. Nunca has oído hablar de Artajerjes así que le preguntas quién es.

–Artajerjes es el rey de Persia, el reino más poderoso de nuestra época. Me siento honrado de venir a enseñar la palabra de Dios a nombre del rey.

LA RECONSTRUCCIÓN DEL MURO

Esdras te invita a que te quedes allí un tiempo. Para ti es interesante vivir en una época antigua. Aprendes nuevas costumbres y pruebas nuevos alimentos, raros pero ricos.

Nehemías te invita a ayudar con la reconstrucción del muro.Te admiras porque todos trabajan decididos, aunque los enemigos hacen lo posible por detenerlos. No quieren ver restaurada la ciudad de Jerusalén.

Nehemías ha ordenado que nadie se quite la ropa de noche, solamente para bañarse. Y que se turnen para estar a la defensa, con su espada en la mano. No puedes entender por qué los enemigos tratan de detener la obra.

¡En 52 días terminan el muro! Hacen una gran fiesta de dedicación. Esdras se para sobre un púlpito de madera y lee el libro de la ley delante de todo el pueblo. Es la «biblia» de ellos.Además de leer, explica poco a poco el contenido.

Siete días, desde el amanecer hasta el mediodía, chicos y grandes escuchan la lectura de la palabra de Dios.

LO QUE APRENDES DE ESDRAS

Esdras conoce muy bien la ley de Dios porque la ha estudiado desde que era niño. De pie en la plaza, juntamente con todo pueblo que escucha la lectura, te das cuenta de lo privilegido que eres.

Ninguno de los niños que escucha a Esdras tiene una biblia propia; tampoco los adultos. Solamente Esdras el sacerdote tiene un pergamino, el rollo con la palabra de Dios.

Tú tienes biblia, tus padres tienen biblia. Cualquiera que desea puede comprar una biblia. Puedes tener 10 biblias si quieres.

Estás pensando en esto y no te das cuenta de que Esdras ha finalizado la lectura. Ahora él bendice al Señor por su grandeza, y el pueblo responde: «¡Amén! ¡Amén!»

Todos alzan las manos y adoran a Dios; después se humillan, inclinando su rostro hasta tocar la tierra con la frente.

Nunca has hecho eso; no te has arrodillado tan profundo. De esa forma muestran su reverencia a Dios. Decides que al volver de tu viaje en la cápsula espacial vas a mostrar más reverencia al orar; también vas a apreciar que tienes la Santa Biblia.

Los enemigos no querían saber nada de Dios; por eso trataron de impedir que se reconstruya la ciudad de Jerusalén, el centro de adoración a Dios. Y no querían que sean reparados los muros que ellos habían quemado.

Algunos de los israelitas lloraron al escuchar la lectura.

–No estén tristes –dijeron Esdras y Nehemías–. Este es día santo. ¡Alégrense! El gozo del Señor es nuestra fortaleza.

Ahora te toca regresar de tu viaje imaginario. ¿Qué has aprendido de Esdras? Él se dedica a estudiar la palabra de Dios; después pone en práctica lo estudiado. Finalmente, enseña al pueblo los mandatos de Dios. Léelo en Esdras 7:10.

De pronto oyes las bocinas de la cápsula. ¿Tan rápido ha pasado el tiempo? Te toca volver al siglo 21. Te despides de Esdras, Nehemías y tus nuevos amigos. ¿Será hasta pronto?

MIS PERLITAS

Encuentra en Mis Perlitas material para acompañar a esta historia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El buen ejemplo de Josías, el rey niño

Cómo sería si el presidente de tu país fuera un niño? ¿Crees que eso sería posible? No, porque nadie elegiría a un niño para que gobierne el país. Pero en tiempos antiguos ha habido niños gobernantes. Un rey niño fue Josías.

En la Biblia, en 2 Reyes 22 y 23 o 2 Crónicas 34 y 35, puedes leer acerca de sus hazañas. O sigue leyendo aquí.

Amón, el papá de Josías, y su abuelo, Manasés, fueron reyes malos, que no honraron a Dios. Su abuelo también fue un rey niño; Manasés comenzó a reinar cuando tenía doce años. Su bisabuelo, Ezequías, fue un rey bueno, que amaba a Dios. En su vida pasó algo extraordinario.

LA ENFERMEDAD DE EZEQUÍAS

Ezequías se enfermó. Estuvo tan enfermo que iba a morir. Eso no es lo extraordinario. ¡Espérate y verás!
El profeta de Dios, Isaías, fue a decirle: «Dios dice que pongas en orden los asuntos de tu casa porque vas a morir.»

Ezequías se puso muy triste; no quería morir. Volvió su rostro hacia la pared y oró a Dios que lo sanara. La Biblia dice que el rey Ezequías lloró amargamente.

Entonces Dios dijo al profeta Isaías que regresara al palacio para decirle a Ezequías que Dios había oído  oración y visto sus lágrimas. Dios le daría quince años más de vida. Eso es extraordinario; pero no es todo. Seguramente Josías se admiraba cuando le contaban lo que pasó después.

EL RELOJ QUE RETROCEDIÓ

Dios le dio una señal para demostrar que iba a cumplir su promesa. En esos días tenían relojes solares. Leían la hora según la sombra del sol en el reloj.

«¡Haré retroceder diez grados la sombra del sol!», dijo Dios. Eso es como si la hora en tu reloj se moviera hacia atrás sin que lo toques. ¡Exactamente eso pasó! La sombra en el reloj solar se movió diez grados hacia atrás. ¡Qué extraordinario!

La enfermedad de Ezequías se debía a una llaga. El profeta Isaías dijo a los siervos del rey que le pongan una masa de higos en la llaga. Eso hicieron, y Dios sanó así al bisabuelo de Josías, y le dio quince años más de vida.

JOSÍAS OBEDECE A DIOS

Cuando Josías oía hablar de ese milagro y de todas las demás cosas maravillosas que Dios había hecho por su pueblo Israel, cosas de las que podemos leer en la Biblia, él sintió un deseo en su corazón de servir a Dios. En el relato bíblico acerca de Josías dice que él obedeció a Dios en todo, pues siguió el buen ejemplo de su antepasado, el rey David.

Uno de los mandamientos de Dios es que no hagamos ni adoremos imágenes. La gente no había obedecido a Dios en eso y por todo el país había altares e imágenes a dioses falsos. Josías ordenó que destruyeran todo esto hasta hacerlo polvo.

EL TEMPLO ESTABA EN RUINAS

Como la gente adoraba a imágenes y dioses falsos habían descuidado el templo de Dios. ¡El templo del Señor estaba en ruinas! Entonces Josías dio órdenes de que lo repararan.

Cuando estaban haciendo la reparación, el sacerdote Hilquías encontró el libro de la Ley, que Dios había dado por medio de Moisés.

«¡Encontré el libro de la Ley en el templo de Dios!» dijo Hilquías a Safán, el secretario del rey.

Pronto Josías recibió la noticia. Entonces su secretario le leyó el libro. Cuando el rey escuchó la lectura de la ley rompió su ropa en señal de tristeza. Esa era una costumbre en esos días.

«¡Dios debe estar furioso con nosotros! –dijo Josías–. ¡No hemos obedecido lo que está escrito aquí!»

JOSÍAS LEE EL LIBRO DE LA LEY

Josías, entonces, quiso que todos oyeran las palabras del libro de la Ley de Dios. Mandó a llamar a los líderes de Judá y de Jerusalén, para que se reunieran en el templo con él.

No solo a ellos llamó; toda la nación, desde el más joven hasta el más viejo, fue al templo. Allí, el rey mismo leyó a todos lo que decía el libro de la Ley de Dios que habían encontrado.

¿Qué más hizo Josías? Se comprometió a obedecer siempre los mandamientos de Dios, y mandó que todo el pueblo hiciera lo mismo. Chicos y grandes prometieron obedecer la palabra de Dios y cumplir sus mandamientos.

Desde muy niño Josías tuvo la responsabilidad de gobernar al pueblo de Dios. Fue un rey bueno que destruyó todos los odiosos ídolos que había en el país, y ordenó a los israelitas que adoraran solamente al Dios de Israel.

Así como Josías, presta atención a la palabra de Dios. La clave es ATIENDE: escucha y observa. ¿Lo harás?

MIS PERLITAS

Encuentra en Mis Perlitas material para acompañar a esta historia.

 

Para un material completo sobre la Biblia en la mano:

hermanamargarita.com