Pimienta llegó al Club de brazo con sus amigos Sal y Samuel. Como es un muchacho observador, de inmediato vio que doña Beatriz había decorado las paredes con números; varios 200, 2018 y 1818.
–¿Para qué son los números? –preguntó a la buena vecina, y le pidió a Sal que lo ayudara a hacer cálculos.
–¿Cuánto es 2018 menos 1818? –le respondió su amigo, y sin decir más le señaló al número 200.

En la pizarra doña Beatriz había escrito «Noche de paz, noche de amor» y en la pared había puesto todos esos números. Es más, en la mesa estaba un ratón de peluche. ¿Qué sorpresa les tenía la buena vecina?
–Yo sé esa canción de Navidad –dijo Pepita.
Varios de los niños levantaron la mano para decir que también conocían «Noche de paz, noche de amor».
–Hace 200 años desde que por primera vez se cantó ese himno de Navidad, famoso por todo el mundo. Se lo debemos a un ratón travieso.
–¿Qué tiene que ver un ratón con esa canción? –le preguntó Pimienta–. ¡Cuéntenos, doña Beatriz!
Esta es la historia de la travesura de un ratón:
Sucedió en Obendorf, en un país de Europa llamado Austria. El profesor Franz Gruber estaba confundido. Era la Nochebuena el año 1818, y él había ido a la iglesia para tocar el órgano. Necesitaba practicar las canciones que iba a tocar en el culto de medianoche.
UN RATÓN TRAVIESO
¿Por qué estaba confundido? Por más que movía los pedales y apretaba las teclas del órgano, ¡no salía ningún sonido!
Llegó el pastor, José Mohr, y Franz le preguntó qué había pasado con el órgano. Si los ratones hablaran, un ratón travieso les hubiera dicho: «Yo sé lo que ha pasado. Es mi culpa.»

El ratón se limpió los bigotes, muy satisfecho. ¡Había pasado unos días increíbles! En sus travesuras se había comido la parte del órgano que producía el sonido. ¡Y en la víspera de la Navidad!
El ratón no les dijo eso, por supuesto; pero Franz y José lo descubrieron al revisar el órgano.
Era invierno, y en Europa hace mucho frío en esa época del año. No podían hacer nada para reparar el órgano hasta la primavera. Tenían que esperar hasta que pasara el frío para hacer las reparaciones.
LA POESÍA DE JOSÉ
–Qué triste que no tendremos música para el culto de Navidad –dijo el pastor; pero recordó que tenía una poesía.
–¿De qué vale una poesía? –le preguntó Franz.
–Podrías ponerle una tonada y tocarla con tu guitarra.
Franz se emocionó. Nunca había tocado su guitarra en la iglesia. La gente estaba acostumbrada a escuchar el órgano. José, el pastor, le sugirió que el coro de niños podría cantar la canción.
José le dio la poesía a Franz y él fue de prisa a su casa para componer una melodía. Hizo la prueba con una tonada, luego con otra, después con otra, hasta que al fin se sintió conforme. Rápidamente volvió a la iglesia. Allí lo esperaban doce niños para aprender la nueva canción.
Llegó la hora del servicio. En ese tiempo no había luz eléctrica, así que el templo estaba iluminado con velas. Se veía hermoso.
Pero algo faltaba. Así como Franz estuvo confundido porque el órgano no producía sonido, la gente estaba confundida porque Franz no tocaba el órgano.
–Ha pasado algo con nuestro órgano –dijo el pastor–. Pero no se preocupen. Franz ha traído su guitarra. Y tenemos una nueva canción.
NOCHE DE PAZ
El pastor leyó la historia del nacimiento de Jesús.





Después pasaron al frente doce niños y el profesor Franz.
Por primera vez, con el acompañamiento de guitarra, un coro de niños cantó el himno de Navidad que ahora es el más amado y conocido: «¡Noche de paz, noche de amor!»


¿Qué te parece? Porque un ratón travieso averió el órgano de una iglesia en Austria tenemos un hermoso himno de Navidad. Por 200 años se ha cantado este himno, que ha sido traducido a más de trescientos idiomas.
Doña Beatriz y los niños del Club cantaron el himno que ahora cumple 200 años. Y tú, ¿lo has cantado alguna vez?
¡Noche de paz, noche de amor!
Todo duerme en derredor
Entre los astros que esparcen su luz,
Bella anunciando al niñito Jesús
Brilla la estrella de paz,
Brilla la estrella de paz.
¡Noche de paz, noche de amor!
Oye humilde el fiel pastor
Coros celestes que anuncian salud,
Gracias y glorias en gran plenitud,
Por nuestro buen Redentor,
Por nuestro buen Redentor.
¡Noche de paz, noche de amor!
Ved qué bello resplandor,
Luce en el rostro del niño Jesús,
En el pesebre del mundo la luz,
Astro de eterno fulgor,
Astro de eterno fulgor.

En MIS PERLITAS está todo lo que corresponde a esta historia.