Cada estrella tiene nombre

A Estrella le encanta ver el cielo estrellado. Cuando ella nació sus padres le pusieron el nombre de Estrella, porque era una niña muy especial. Dios le ha dado un cromosoma extra, que para Estrella es un cromosoma de amor. Cada vez que sus padres miran las estrellas, dan gracias a Dios por haberles dado una Estrella muy especial, su amada hijita.

¿Has visto un cielo estrellado? Millares de lucecitas iluminan la noche y cuentan la gloria de Dios. Son prueba del infinito poder de nuestro Creador. Cada estrella tiene un nombre, que Dios mismo le ha dado. ¿Verdad que es maravilloso?

CUENTA LAS ESTRELLAS

En el Club Tesoros nuestra amiguita Estrella aprendió acerca de la promesa que Dios dio a Abraham. Hace miles de años, el Señor lo llamó para que sea el padre de una nación escogida. De su familia un día iba a nacer el Salvador. Esa nación es Israel.

Una noche de cielo estrellado, Dios le dijo a Abraham que saliera afuera y que mirara las estrellas, a ver si las podía contar. Le prometió que su descendencia sería tan numerosa como las estrellas de los cielos y la arena del mar.

¿Has tratado alguna vez de contar las estrellas? Los astró-nomos, científicos que estudian los astros, dicen que hay más estrellas en el universo que la arena del mar. Solo Dios sabe cuántos conjuntos de estrellas y planetas hay, llamados galaxias.

En cada galaxia hay cientos de miles de millones de estrellas. 2.000.000.000 es un estimado del número de galaxias. La cantidad es tanta que demorarías semanas y meses en contar las estrellas. ¡Tan grande y admirable es nuestro Dios!

Estrella, la nueva amiga de Pepita, admira las estrellas. En las noches las mira por la ventana; a veces sale afuera a mirar. No solo mira las estrellas sino también la luna, esa hermosa bola blanca.

Estrella también admira cuando el sol se pone en las tardes, con hermosos colores de amarillo, naranja, violeta, rosado y rojo. Es como que Dios toma un pincel gigante y pinta el firmamento.

UNA ORQUESTA DE ESTRELLAS

Estrella y los niños del Club aprendieron que el sol es 400 veces más grande que la luna y que está 400 veces más lejos. La luz del sol viaja con mucha rapidez; tan rápido que puede rodear la Tierra siete veces en un segundo. ¡Imagínate! Un segundo es como un pestañeo. El sol viaja con la increíble velocidad de 299.792 kilómetros por segundo.

Comparada con el sol, la tierra es tan pequeña como una pelota de ping-pong. En el universo, los humanos somos como hormigas. Tan inmenso es el mundo de Dios.

Cuando doña Beatriz dijo que las estrellas cantan, Pimienta no lo podía creer. ¿Cómo una estrella puede cantar? La buena vecina le dijo que leyera el Salmo 148, versículo 3.

–El libro de Salmos está en el centro de la Biblia –dijo Sal, y le ayudó a encontrar el versículo.

Pimienta leyó:

–Alábenlo, sol y luna, alábenlo, estrellas luminosas.

TELESCOPIOS GIGANTES

Doña Beatriz habló a los niños de los telescopios que se usan para mirar las estrellas. Les explicó que hay telescopios gigantes que captan los sonidos que emiten las estrellas. Algunos sonidos se oyen rítmicos; otros suenan como violines.

–¡Así que Dios tiene una orquesta! –exclamó Estrella.

–¡Y a cada estrella en la orquesta Dios le ha dado nombre! En Isaías 40:26 dice que Dios ordena la multitud de estrellas una por una, y que llama a cada una por su nombre.

–¿Las estrellas tienen nombre? –preguntó Estrella, asombrada.

–¿Verdad que es maravilloso? –dijo doña Beatriz–. ¡Dios tiene un nombre para cada estrella! Y con los telescopios gigantes se han descubierto los sonidos de las estrellan que alaban a Dios.

Para que todos escucharan la música de las estrellas, doña Beatriz hizo tocar un video que había encontrado en YouTube. ¡Qué novedad para contar a los amigos en la escuela!

–Voy a preguntar a mi maestra si ella ha escuchado la música de las estrellas –dijo Pimienta, muy decidido.

MÁS IMPORTANTE QUE LAS ESTRELLAS

Así como hay muchísimas estrellas, hay también mucha gente; más de siete mil millones de personas en el mundo. Si entre todos nos tomáramos de la mano, ¡rodearíamos el mundo casi trescientas veces!

¡Tantas personas hay! Lo maravilloso e importante es que Dios conoce a cada una. Nos parece emocionante que Dios conoce las estrellas y les da nombre; pero más grandioso es que te conoce a ti. Dios sabe tu nombre y se preocupa por cada detalle de tu vida. Tanto le interesa todo acerca de ti que hasta tiene contados los cabellos en tu cabeza.

El grande y poderoso Dios, que tiene galaxias de estrellas, te ama tanto que vino al mundo en la persona de Jesús, para ser tu Salvador. Te invita a que recibas en Jesús el perdón de tus pecados y la vida eterna. ¡Vales mucho más que las estrellas!

 

ESCUCHA EL VIDEO:  https://www.youtube.com/watch?v=OLDWKpAkRHs

 

EN mis perlitas HAY HOJA PARA COLOREAR Y ACTIVIDADES.

Rabanín, el rabanito que se creía especial

hermanas y rabaninEn la huerta de la familia Pérez, Sandra y Carolita ayudaban a sus padres a cosechar verduras. Las niñas eran gemelas; quiere decir que nacieron el mismo día. Se parecían tanto que casi todos los vecinos las confundían.

A Sandra le decían Carolita y a Carolita le decían Sandra. A las niñas les gustaba jugar bromas, haciendo que la gente las confundiera.

–¡Qué lindos se ven los rabanitos! –dijo Sandra–. Son tan coloraditos e igualitos.

–Sí –respondió Carolita–. Me gustan sus hojas.
Parecen sombreros.

Las niñas cosechaban alegres los rabanitos, sin darse cuenta de que Rabanín, uno de los rabanitos, se molestó mucho. No le gustó lo que Sandra dijo, acerca de que todos los rabanitos eran iguales.

rabano coUN RABANITO ESPECIAL

–¡Bah! Yo no soy igual que los demás –protestó Rabanín–. Yo soy un rabanito especial.

Las demás verduras, que junto con Rabanín estaban en una canasta grande, lo miraron extrañadas, pero no hubo tiempo para comentarios. El papá de las gemelas metió los rabanitos bajo un chorro de agua fresca para lavarlos, y… ¡al mercado!

Sandra y Carolita ayudaron a sus padres a vender.

tomate co–Vendo toma-a-a-a-ates –gritaba Carolita.

–Compre rabani-i-i-itos –decía Sandra.

Habían acomodado todas las verduras en su lugar, bien limpias y formaditas. En un lado los gordezuelos tomates, y junto a ellos las rosadas cebollas.

También vendían delicadas lechugas, que parecían señoras con polleras verdes, y, por supuesto, muchos simpáticos rabanitos.

Rabanín se puso muy contento al ver que lo colocaron en la primera fila.

–Si me pusieron aquí, debe ser porque soy muy especial –dijo Rabanín–, mostrando la mejor de sus sonrisas.

cebolla coAl escuchar eso, una de las cebollas le reprochó:

–¡Qué tonto eres, Rabanín! Todos los rabanitos son iguales. Sólo las cebollas somos especiales.

LA PELEA DE LAS VERDURAS

–¡Vaya, orgulloso! –protestó una de las señoras lechugas. Las cebollas y los rabanitos no son especiales, sólo las lechugas.

Así, cada una de las verduras decía ser especial y se gritaban unas a otras. Como si las niñas las hubieron escuchado, Carolita dijo:

–Mira, hermanita gemela, todos los rabanitos son iguales, también los tomates. Se parecen a nosotras.

–Sí –dijo Sandra con un suspiro–. ¡Qué lindo sería ser especial y diferente!

Todas las verduras se callaron al escuchar a las niñas. A lo lejos se podía ver que eran igualitas.

hermanas

CADA UNO ES ESPECIAL

–Mis queridas gemelas –dijo el papá de las niñas–, cada una de ustedes es especial. Si se miran en el espejo parecen iguales, pero yo les voy a mostrar algo que es diferente.

Rabanín se interesó mucho en lo que el papá decía a sus gemelas y casi se paró de puntas.

–Miren sus dedos. Todas las líneas forman un modelo especial y no hay dos dedos que tengan un modelo igual. Esos modelos se llaman huellas digitales. Pero no sólo nuestros dedos son diferentes, sino también nuestro corazón y nuestro modo de pensar. No hay dos personas iguales en el mundo. Cada una es única y especial.

–Ya ven –dijo Rabanín a sus amigos rábanos–. Todos somos especiales.

Las verduras se avergonzaron por la pelea que habían tenido. Muy pronto irían a parar en un plato de sopa o en una ensalada, porque Dios había decidido que las verduras fueran rico alimento.

Al terminar el día Carolita, Sandra y sus padres volvieron del mercado con la canasta vacía. Rabanín ya estaba muy lejos, en la cocina de alguna buena señora.

ERES ÚNICO Y ESPECIAL

¿Sabías que eres único y especial? No hay otro niño como tú en todo el mundo. Dios te ama mucho y te ha hecho así como tú eres, para que le sirvas con tu sonrisa, tu cariño y tu amor.

Salmo 139_14 nvi5

Para imprimir la historia: 257 El rabanito que se creia especial.color

 

 

 

Estrella y las estrellas

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Estrella nunca había visto un cielo estrellado. Cuando ella nació sus padres le pusieron el nombre de Estrella para que ella les hiciera recuerdo de que hay miles de millones de estrellas; pero estrellas que ellos nunca veían en su cielo.

¿Has visto un cielo estrellado? Esos millares de lucecitas que iluminan la noche cuentan la gloria de Dios. Son pruebas del infinito poder de nuestro Creador.

EL CAMPAMENTO

En la ciudad donde vive Estrella hay tanta contaminación ambiental que no se ven las estrellas. Pero una noche ella tuvo la alegría de conocer estas hermosas lumbreras. Fue a un campamento con los niños de su iglesia. Viajaron a la playa. Estrella no solo conoció las estrellas sino que vio el mar y se bañó entre las olas.

Estuvieron toda una semana disfrutando de las alegrías que trae un campamento. Durmieron en carpas, jugaron en la arena, se bañaron en el mar, hicieron excursiones, y estudiaron hermosas lecciones acerca de Abraham.

CUENTA LAS ESTRELLAS

Estrella nunca había oído acerca de la promesa que Dios dio a Abraham. Una noche Dios le dijo que mirara las estrellas, a ver si las podía contar, porque su descendencia sería tan numerosa como las estrellas de los cielos y la arena del mar.

¿Has tratado alguna vez de contar las estrellas? Los astrónomos, científicos que estudian las estrellas, dicen que hay más estrellas en el universo que la arena del mar. Hay entre 100 y 200 conjuntos de estrellas y planetas llamados galaxias. En cada galaxia hay cientos de miles de millones de estrellas.

Estrella estaba admirada. Cada noche se sentaba afuera de la carpa y se quedaba mirando largo rato al cielo. Esa semana había luna llena así que no solo veía las estrellas sino una hermosa bola blanca. Algo que le llamó mucho la atención fue cuando el sol se ponía en las tardes, con hermosos colores de amarillo, naranja, violeta, rosado y rojo. Era como que Dios tomaba un pincel gigante para pintar el firmamento.

LAS ESTRELLAS CANTAN

Estrella aprendió que el sol es 400 veces más grande que la luna y que está 400 veces más lejos. La luz del sol viaja con mucha rapidez; tan rápido que puede rodear la Tierra siete veces en un segundo. ¡Imagínate! Un segundo es como un pestañeo. El sol viaja con la increíble velocidad de 299.792 kilómetros por segundo.

En las noches los líderes del campamento armaban una fogata y todos los acampantes se reunían alrededor para cantar alabanzas a Dios. Una noche, una de las profesoras les preguntó si sabían que las estrellas cantan.

¿Qué? Estrella no lo podía creer. «Alábenlo, sol y luna, alábenlo, estrellas luminosas», leyó la profesora del Salmo 148:3. ¿Cómo pueden cantar?

¿Sabes lo que es un telescopio? Es una lupa muy poderosa con que se miran las estrellas. Hay unos telescopios inmensos que captan los sonidos que emiten las estrellas. Hay estrellas que emiten sonidos rítmicos; otras suenan como violines. ¡Dios tiene su propia orquesta! pensó Estrella al oír esto.

CADA ESTRELLA TIENE NOMBRE

¿Qué más aprendió Estrella acerca de las estrellas? Que al crear las estrellas Dios les ha dado nombre. Él ordena las estrellas una por una, y cada estrella tiene nombre (Isaías 40:26).

¡Qué maravilla que Dios tiene un nombre para cada estrella! Más maravilloso es que Dios conoce a cada persona. Él se preocupa por cada detalle de tu vida. Tanto se interesa por cada uno que hasta tiene contados nuestros cabellos.

¿Los pajaritos? ¿Qué dice la Biblia acerca de los pajaritos? Que Dios los alimenta y que ni uno de ellos cae en tierra sin que Dios lo sepa.

¿Y las flores? No trabajan ni hilan, dijo Jesús,  pero ni siquiera el rey Salomón, con todo su esplendor, se vestía como uno de los lirios del campo.

Estrella aprendió todas estas cosas maravillosas acerca de nuestro Dios.

LA ESTRELLA MÁS IMPORTANTE

Cuando llegó de regreso a casa Estrella tenía mucho que contar a sus padres y hermanos. «¿Cuál ha sido la estrella más grande y luminosa?» les preguntó. Eso también había aprendido en el campamento. ¡La estrella de Belén!

Entre todas las estrellas esa es la más privilegiada. ¿Por qué? Porque anunció el nacimiento de nuestro Salvador. Ángeles anunciaron la buena nueva a los pastores de Belén. La estrella anunció el nacimiento del rey Jesús a los magos de Oriente y ellos vinieron a ofrecerle presentes. ¿Sabes qué regalos le dieron? Oro, incienso y mirra.

El Dios que ha nombrado las estrellas conoce tu nombre y te ama más que cualquiera en el mundo. Te ama tanto que Jesús vino al mundo para ser tu Salvador. Si te arrepientes de tus pecados y le pides perdón, Él te perdona.

¿Es Jesús tu Señor y Salvador?

Para imprimir la historia: 240 Estrella y las estrellas color

Póster: 240 Poster Salmo 19

El arroyo que dejó de correr

Era un día hermoso. El sol alumbraba como de costumbre cuando Arroyo se despertó de un profundo sueño. Abrió los ojos para mirar al  mundo que lo rodeaba.

–Hola, arroyito, ¿cómo estás? –le saludó el Sol al ver que Arroyo pestañeaba bajo sus rayos.
–¿Quién eres tú? No te conozco.

–Por supuesto que no, si acabas de despertarte –le respondió el Sol, riendo–. Ya es tiempo que te muevas un poco. Has dormido toda tu vida; ahora, haz algo útil. Debes alegrar al mundo con tu agua cristalina. Las flores, los pajaritos, y los niños están esperando para beber de tus ricas fuentes.

–Entonces, me voy corriendo ahora mismo –decidió Arroyo.
–Sí, apúrate, ¡mira hacia adelante y no te detengas nunca! –le advirtió el Sol–. Si no corres, te va a ir muy mal.

AROYO

 EL ARROYO CORRIÓ FELIZ

Arroyo bajó por las montañas y se sintió muy feliz de correr entre las piedras y saludar al mundo. Luego pensó:

«Iré por donde se me antoje y haré mi voluntad. El Sol se equivoca si cree que voy a trabajar todo el tiempo. Cuando me dé la gana, voy a detenerme a jugar.»

El primer día, todos los pajaritos se acercaron a saludarlo, cantando sus lindas canciones y hundiendo sus piquitos en el agua. Cuanto más corría Arroyo, mejor se sentía y más pajaritos veía por el camino.

DECIDIÓ NO CORRER MÁS

Arroyo llegó a una linda pradera. Allí jugaban las ovejitas, unas vacas, un perro, y varios niños.

«Me gusta este lugar –dijo feliz–. Me quedaré aquí. No me importa lo que dijo el Sol de que debo seguir corriendo.»

Y allí se quedó Arroyo.

Al día siguiente los pajaritos volvieron a tomar de las aguas de Arroyo, unos niños se bañaron alegres, y las ovejas y las vacas también se resfrescaron en sus aguas.

AGUA NEGRA Y SUCIA

Al tercer día, voló por encima de Arroyo una bandada de pájaros, pero al acercarse al agua, movieron tristemente la cabeza.

–¡Qué fea está el agua! No la podemos tomar –dijeron.

Arroyo tenía mal genio y se enojó con los pájaros.

–No me importa lo que dicen esas tontas aves –dijo Arroyo.

Pero sí le dio importancia. Esa noche lloró mucho ya que nadie se le quería acercar.

Pasaron varios días, sin que nadie se acercara a Arroyo. Una mañana, voló sobre él un gorrión y le preguntó:

–¿Sabes por qué ya no toman de tus aguas los pájaros?

–No. ¿Qué les ha pasado?

–Es que ya no eres un lindo arroyo, sino solamente agua sucia y maloliente. ¡Mírate!

Arroyo se miró de pies a cabeza y se asustó al verse. Sus aguas eran negras y sucias y por encima se había formado una tela verdosa.

–¡Este no soy yo! –gritó desesperado.

–Sí, eres tú –le dijo Gorrión–. Te has puesto así porque te quedaste quieto.
Deberías haber seguido corriendo, como te aconsejó el Sol. Él sabe lo que mejor te conviene.

YA NO PODÍA CORRER

Entonces Arroyo decidió que volvería a correr; pero no pudo hacerlo. Estaba preso entre una masa de hojas y hierbas podridas. ¡No podía moverse!

–¿Quieres que te ayude? –le preguntó el amable Gorrión.

Saltó junto a Arroyo para recoger con su piquito las hojas y los palos que no lo dejaban correr. Trabajó pacientemente, pero al fin se cansó y dijo a Arroyo que ya no podía más.

–Me moriré aquí –lloró nuestro amiguito desobediente.

–No llores –le consoló Gorrión–. Yo iré a buscar ayuda para que de nuevo puedas correr por las montañas.

EL ARROYO VOLVIÓ A CORRER

Después de un rato, el buen Gorrión volvió con sus amigos gorriones, y entre todos retiraron las hojas y los palos que se habían amontonado.

–Corre, corre, Arroyo –cantaron en coro.

Arroyo no esperó que se lo dijeran otra vez. Se escurrió, se deslizó, corrió, y saltó entre las piedras, loco de alegría.

–¡Cuidado con dejar de correr! –le gritaron los gorriones–. Ya sabes lo que te puede suceder si no corres.

¡Arroyo siguió corriendo! ¡Nunca más quería quedarse prisionero!

Si sales al campo, lo vas a ver. Desde ese día, no ha dejado de correr, porque aprendió que la desobediencia trae muy tristes consecuencias.

UN TRABAJO PARA CADA UNO

A cada una de sus criaturas Dios ha dado un trabajo. Cuando cada uno cumple su responsabilidad todo marcha bien. Aun el insecto más diminuto tiene una función que cumplir.

A los niños les corresponde obedecer a sus padres y maestros y cumplir con sus deberes. Así crecerán y desarrollarán en ciudadanos útiles. Pero más que nada a todos nos corresponde obedecer a Dios y su Palabra.

Sirve sólo al Señor tu Dios…
Obedece sus mandatos, escucha su voz.
Deuteronomio 13:4, NTV

Para imprimir la historia y conseguir otros materiales: La Perlita con Tía Margarita

El criadero de gérmenes

Felipe no le gustaba lavarse las manos. A veces decía que eso era cosa de mujeres. Él se consideraba más hombre cuanto más negras tenía las uñas y cuanto más sucias estaban sus manos.

Su mamá lo amonestaba constantemente acerca de la importancia de lavarse las manos. Durante la semana su padre no le daba mucha importancia a la limpieza. Él era mecánico y era lógico que cuando trabajaba con los motores de autos se le ensuciaban las manos.

UNA REGLA FIJA

Pero había una regla en casa de Felipe, una regla que él, aunque a regañadientes, tenía que cumplir. ¡Los domingos las manos tenían que brillar! Nadie en la familia iba a la Casa de Dios con manos sucias.

«Lávense las manos, pecadores» leía el papá en la Biblia. Aunque esas palabras se refieren al corazón, se las leía a Felipe para mostrarle que la Biblia habla de manos limpias.

La mamá de Felipe le hablaba del peligro de los gérmenes o microbios, que pueden causar muchas enfermedades; pero él no prestaba atención. Hasta que un día, en la iglesia, dieron una lección acerca de la higiene personal.

Felipe respetaba mucho a su maestro. Cuando éste les habló de la importancia de tener manos limpias, Felipe era todo oídos. Al llegar a casa, repitió casi palabra por palabra toda la lección. Y les obligó a escuchar a sus hermanitos.

Germenes

LOS GÉRMENES O MICROBIOS

–Les voy a hablar de los gérmenes –dijo Felipe–. ¿Quién sabe lo que son los gérmenes?

A Fabio le dio gracia la palabra. Le pareció como germanos, que es otra palabra por alemanes, y decidió hacerle un chiste a su hermano.

–Los gérmenes son soldados alemanes –dijo entre risas–. Son los que atacan a los francés.

–A ti te van a atacar por creerte listo –le respondió Felipe.

–Son enanos gemelos –dijo Rocío, también bromeando.

Por fin, Felipe logró calmar los ánimos bromistas y se hizo de maestro. Aun su madre lo escuchó con atención.

–Los gérmenes son microbios tan pequeños que no podemos verlos a simple vista. Son tan pequeños que millo-nes de ellos caben en la cabeza de un alfiler.

–No te creo –dijo Rocío, y corrió en busca de un alfiler para mostrar que eso sería imposible.

–Es verdad –dijo Felipe–. Lo dijo mi maestro y él no miente. Los gérmenes están en todas partes. En el piso, sobre la mesa, en el baño… en todas las cosas.

–¿Para qué son esos soldados alemanes? –preguntó Fabio, que seguía con ganas de bromear.

–Hay gérmenes buenos que se utilizan en la medicina y hay gérmenes malos que nos hacen enfermar. Ustedes saben que a mí no me gusta lavarme las manos.

–Sí, sí –gritaron todos a una voz.

Muchas veces habían oído las quejas de Felipe que no quería lavarse.

–Mi maestro nos explicó que los gérmenes nos hacen enfermar. Están en las heces, en los desperdicios de comida en mal estado, en los fluidos del cuerpo. Nos dan resfríos y se esparcen del cuerpo cuando tosemos o estornudamos.

–Los gérmenes se adhieren fácilmente en las manos sucias –dijo la mamá, muy feliz de que Felipe empezara a interesarse en los gérmenes.

–De las manos, los malos gérmenes entran en el cuerpo cuando nos tocamos la boca, los ojos o la nariz –agregó Felipe–. Cuando tenemos gérmenes en el cuerpo nos pode-mos enfermar, especialmente con resfrío, gripe o diarrea. Y los gérmenes pasan de las manos a las cosas que tocamos y podemos contagiar a otras personas.

El papá había estado ocupado en otras cosas y cuando vio a todos reunidos con Felipe preguntó de qué se trataba.

–Felipe está dando una charla sobe soldados alemanes –dijo Fabio–. ¡El encantado de las manos sucias se ha convertido!

–¿Soldados alemanes? ¿Manos sucias? No entiendo…

–Felipe está hablando de gérmenes –dijo Rocío–. Quiere hacernos creer que en la punta de un alfiler puede haber un millón de esos soldados alemanes.

MANOS Y CORAZÓN LIMPIOS

–¡No bromeen! Es cosa seria –dijo Felipe–. Hoy he aprendido por qué debo lavarme las manos. No quiero tener criadero de gérmenes debajo de mis uñas negras.

–¡Chispitas! –dijo el papá –. Yo soy el que tengo criadero de gérmenes. ¿Cuántos millones habrá debajo de mis uñas?

Así siguieron con la conversación el día que en casa de Felipe todos comprendieron por qué era tan importante lavarse las manos. ¡Es para estar saludables!

Es importante que nos lavemos las manos para cuidar del hermoso cuerpo que Dios nos ha dado pero es mucho más importante que nuestro corazón esté limpio delante de Dios.

Lávense las manos, pecadores; purifiquen
su corazón. 
Santiago 4:8, NTV

193 Adios germenes5

Para imprimir la historia y otros materiales: La Perlita 193

Llegó la primavera

En una parte del mundo, llamado hemisferio norte, ha llegado la primavera. En la otra parte, el hemisferio sur, reina el otoño y ponto llegará el invierno. Cuando a los que ahora celebramos la primavera nos toque llegar al otoño, ustedes amiguitos, que ahora se acercan al frío del invierno, estarán disfrutando de la primavera. Así tan maravilloso creó Dios a nuestro mundo.

LLEGO LA PRIMAVERA

Llegó  la  primavera  al gran bosque. Una linda mañana, un pajarito cantor despertó a todos los animales del bosque con sus trinos arrebatadores.

–¡Viva! ¡Bravo! Llegó la primavera… ¡Yuppy! –cantaba de rama en rama–. Despierten todos, ¡llegó la primavera!

Al escuchar al pajarito, uno por uno, los animales sacaron sus cabezas por las puertas de sus casitas. Luego salieron felices a pasear por el bosque, cantando, saltando, y agradeciendo a Dios. ¡Cuánta bulla hacían!

ALGUIEN SEGUÍA RONCANDO

De pronto, todos quedaron callados al escuchar que alguien seguía roncando.

–¿Quién sigue durmiendo en un día tan lindo? –preguntó una abejita, y alguien le dijo que era el señor oso.

–Despierte, don oso –susurró la abejita en su oído–. Mire, ya llegó la primavera.

Estirando su pesado cuerpo, don oso abrió uno de sus ojos… luego el otro, y miró de un lado para otro. Le costó bastante esfuerzo despertar del largo sueño; pero al fin pudo unirse en la alegría de los demás animales.

ÁRBOLES CON NUEVO FOLLAJE

Los árboles vestían un nuevo, frondoso, y verde follaje. La semillitas que habían dormido en la tierra, despertaron y empezaron a crecer. Muy pronto, lindas flores, de mil colores, adornaban las praderas. ¡Qué perfumado estaba el aire!

El río cantaba feliz, al ver a tantos pececitos nadando y saltando en sus aguas.

EL SOL OBSERVABA

El sol, observaba sonriente cómo se divertían todos los animales, especialmente, al ver todos los lindos hijitos que Dios les había dado.

Doña pajarita tuvo dos rosados pichoncitos. El señor sapo y su esposa tuvieron cuatro sapitos saltarines. Doña pata tuvo cinco patitos amarillos.

PADRES FELICES

Las mamás y los papás estaban muy orgullosos y felices con sus nuevos hijos.

–¡Miren cuántos hijos ha tenido doña coneja! –dijo la tortuga, y empezó a contarlos–. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho… ¡Ocho preluditos y orejones conejos!

Esos chiquillos saltaban felices por todas partes. El papá y la mamá no sabían bien qué hacer con tantos saltarines.

–Mamá, mira cómo puedo saltar –gritó el más pequeñín.

–Papito, me lastimé la colita –se quejó su hermano.

Y así, cada uno de los animales saltaba y corría feliz, porque había llegado la primavera.

Cariños de tu amiga, Sonia

 DIOS ESTABLECIÓ LAS ESTACIONES

Dios es el maravilloso Creador. En el Salmo 74:17 leemos que Dios ha establecido los límites de la tierra, que Él hizo el verano, así como el invierno. Antes del verano viene la primavera, y después del verano viene el otoño, y al otoño sigue el invierno. Dios manda el frío y el calor. Dios da la lluvia, la nieve, y el sol. Todo en la naturaleza sigue el orden establecido por Dios.

¿Qué estaciones hay donde tú vives? En algunos lugares solo hay invierno y verano; días de lluvia y días de sol. En otros lugares las estaciones son bien pronunciadas. En el invierno cae nevada y en el verano hay lluvia y sol.

¿Has dado gracias a Dios por ser el maravilloso Creador y por haber hecho todo con mucho orden? Ésta es una promesa que nos ha dado:

Mientras la tierra permanezca, habrá
cultivos y cosechas, frío y calor, verano e invierno, día y noche.
Génesis 8:22, NTV

Para imprimir: Llegó la primavera

Hoja para colorear: La primavera

Actividad bíblica: Una gran promesa

El árbol triste

Era una mañana clara y hermosa. Junto al camino que lleva a la escuela se encontraba un árbol triste y seco.

Cada día los niños se acercaban a jugar en sus ramas y escribían en el tronco, dañando al árbol. No lo dejaban desarrollar tranquilo.

¡Pobrecillo, cuánto sufría! No podía decir palabra alguna para defenderse.

ABEL LO  DEFIENDE

De pronto llegó un muchachito bueno. A él le habían enseñado a tener cuidado de las cosas que Dios ha creado. Se llamaba Abel.

–Por favor, no sigan dañando al árbol –dijo Abel a los niños–. No se dan cuenta cómo sufre.

–Ja, ja, ja –rieron los muchachos–. ¡Abel le tiene lástima a un árbol!

Pero como Abel era buena gente y se hacía respetar, los muchachos dejaron en paz al árbol.

Desde aquel día Abel cuidaba del árbol y lo regaba varias veces por semana. Siempre daba gracias a Dios por crear las plantas y las flores. Al árbol le decía:

–Pronto serás fuerte y hermoso. No estés triste.

EL  ÁRBBOL  FLORECE

Los cuidados de Abel obraron milagros y el árbol débil y triste comenzó a florecer. Sus ramas se hicieron frondosas y su tronco desarrolló y se puso fuerte.

El aroma de sus flores convirtió al camino que lleva a la escuela en un lugar alegre y feliz.

Meses más tarde, en lugar de flores, el árbol ofrecía ricos frutos, y los niños se gozaban al comerlos.

–Gracias, Abel, por enseñarnos a cuidar del árbol –dijeron los niños a su amigo.

El árbol no podía hablar, pero a Abel le pareció ver en su tronco una sonrisa. Y, en agradecimiento a su defensor, hizo caer una fruta justo en su mano.

NOS  PARECEMOS  AL  ÁRBOL

Querido/a amiguito/a: tú y yo nos parecemos a ese árbol. Sin Jesús vivimos tristes, con la cara larga. Pero si dejamos que nuestro amigo Jesús nos cuide, pronto empezaremos a florecer y dar fruto.

¿Quieres que Jesús te haga feliz?  ¡Entrégale hoy tu corazón!

Saludos de una amiga,  Mimi

Cuida de la naturaleza. Dios puso al primer hombre, Adán, en el Huerto del Edén para que lo labrara y cuidara. Desde entonces ha sido nuestra responsabilidad cuidar del mundo que Dios nos ha dado. ¿Qué puedes hacer tú para cuidar de la naturaleza? ¿Cómo puedes mostrar que estás agradecido por el mundo que Dios nos ha dado?

Salmo 1:1-3, NVI 

Dichoso el hombre

que no sigue el consejo de los malvados,

ni se detiene en la senda de los pecadores

ni cultiva la amistad de los blasfemos,

2 sino que en la ley del Señor se deleita,

y día y noche medita en ella.

3 Es como el árbol

plantado a la orilla de un río

que, cuando llega su tiempo, da fruto

y sus hojas jamás se marchitan.

¡Todo cuanto hace prospera!

Historia para imprimir: El árbol triste

Hoja para colorear: El árbol

Actividad bíblica: Dios bendice

Una lección para Marcia

Marcia era una niña muy descontenta. No le gustaba el INVIERNO, porque entonces hacía frío. No le gustaba la PRIMAVERA, porque generalmente llovía. No le gustaba el VERANO, porque hacía mucho calor. No le gustaba el OTOÑO, porque entonces soplaba el viento.

A su abuelo no le agradaba verla descontenta, y le dijo:

–Querida nieta, no me gusta esa actitud de descontento. Debes agradecer a Dios por la hermosa naturaleza que ha creado. Cada estación del año tiene su propósito. Te voy a contar por qué Dios hizo el invierno, la primavera, el verano, y el otoño.

Marcia no tenía mucho interés en las estaciones; pero por respeto a su abuelo escuchó, pero con poca atención.

–¿Te has dado cuenta de todas las hermosas plantas y flores que hay en verano? –preguntó el abuelo–. Las plantas tienen hijos, que se llaman semillas. Esas semillitas nacen en el VERANO y necesitan de mucho calor para no morir.

–Ah, comprendo –dijo Marcia–, ¿por eso hace calor en el verano?

–Sí, Dios nos manda el calor –respondió el abuelo–. Pero en el OTOÑO Dios envía los vientos para que lleven a las semillas a diferentes partes. Si todas las semillas se quedaran en el mismo lugar, no habría campo suficiente para que crezcan, y se morirán.

»El viento no puede llevar todas las semillas, así que los pajaritos ayudan.

»Algunas semillas están envueltas en ricas frutas. Cuando tú y yo comemos una fruta, ayudamos a las semillas a salir.

A Marcia le pareció interesante lo que le decía el abuelo y prestó más atención.

–En el INVIERNO las semillas duermen felices y muy abrigadas bajo la tierra. Unas necesitan entrar muy profundo para dormir, pero otras sólo están cubiertas por un manto delgado de tierra.

»Al llegar la PRIMAVERA, Dios envía su rica lluvia para despertar a las semillitas dormilonas.
Si no lloviera, las semillas no podrían vivir.

»Así como los bebés toman leche, las semillas toman agua. Luego de un tiempo, ¡las semillas se convierten en plantas!

Al finalizar la historia, el abuelo dijo:

–¿Te das cuenta, nieta querida? Dios es muy bueno al enviarnos el viento, el frío, la lluvia, y el calor. De otra manera, no habría plantas ni frutas para comer. Todos moriríamos de hambre.

–Gracias por la linda lección, abuelo –dijo Marcia–. Ya no me quejaré del frío ni del calor, sino que daré gracias a Dios.

Dios siempre hace lo que es mejor para nosotros.

Para imprimir la historia: Una lección para Marcia

Hoja para colorear: Semillita

Hoja de actividad: Dios da la semilla