Pedido urgente de oración

Habíamos prometido empezar a poner nuevas Perlitas a principios de agosto; pero nos sorprendió el COVID. Cristina ha estado enferma todo este mes. Necesitamos todos ponernos en campaña de oración para que nuestra amada Cristina salga de esta pesadilla que la ha atacado.

Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. Filipenses 4:6,7

¡Gracias por apoyarnos con tus oraciones!

La oración de Alex por su papá

Alex estaba preocupado. Cuando su papá llegaba del trabajo ellos jugaban con la pelota. Su papá era alegre y jovial, y a veces contaba chistes a la hora de comer.

Ahora llegaba del trabajo de mal humor y no quería jugar con Alex ni con sus hermanos. Lo único que hacía después de la cena era mirar televisión.

–Mamá, ¿qué le he hecho a papá, que ya no juega conmigo? –preguntó Alex.

–Hijo, no le has hecho nada –le respondió su mamá con algo de preocupación.

–¿Por qué papá ya no es como antes?

–Está preocupado, hijo. Su jefe lo trata mal. El jefe no puede despedirlo pero le hace la vida imposible a tu papá para que se aburra y busque otro trabajo.

–Voy a orar por papá –dijo Alex.

ALEX ORABA CADA NOCHE

Pasaron los días. Alex oraba cada noche para que se diera una solución al problema.

Un domingo, en su clase bíblica, el maestro habló de la oración y de una promesa que hizo Jesús, de que si dos personas se ponen de acuerdo para pedir algo, nuestro Padre celestial los oye.

Alex estuvo pensando varios días en lo que había dicho el maestro. Decidió hablar con su mamá acerca del problema que tenía su papá en el trabajo. Le preguntó:

–Mamá, ¿no podríamos orar tú y yo como dijo Jesús?

–¿A qué te refieres, hijo? –preguntó su mamá.

–Jesús dijo que podemos ponernos de acuerdo para orar. ¿No podríamos orar tú y yo que papá esté contento en su trabajo? Marcela también puede orar; y Juanito y Julio.

TODOS ORARON POR EL PAPÁ

Eso es lo que hicieron. Cada tarde, cuando Alex y Marcela llegaban de la escuela, la mamá reunía a todos en la sala y oraban por el papá.

Julio era tan pequeño que apenas estaba aprendiendo a hablar, pero oraba, con sus manitas juntas y sus ojos bien cerrados: «Ayu papa.»

Juanito oraba con mucho fervor: «Amado Dios, ayuda a mi papá a estar contento en su trabajo.»

Así también oraban Alex y Marcela.

De lunes a viernes oraban juntos. Como el papá estaba en casa los sábados y domingos, cada uno oraba por su cuenta. Alex no dejaba pasar un día sin orar.

UNA GRAN SORPRESA

Un día hubo una sorpresa a la hora de comer. El papá contó un chiste que hizo reír a todos. Julito era muy pequeño para entender el chiste, pero se reía porque veía reír a los demás. ¡Ja, ja, ja!

Otro día, el papá llegó del trabajo con ganas de encestar la pelota con Alex. ¡Y con qué ganas jugaban!

Poco a poco regresó el papá alegre y jovial que había estado ausente por mucho tiempo. Para Alex y sus hermanos era una gran alegría tener nuevamente un papá feliz.

–Papá, ahora eres el mismo de antes, ¿qué ha pasado? –le preguntó Alex un día.

–Perdóname, hijo, por haberles hecho sufrir –le respondió el papá–. Nos cambiaron de jefe en el trabajo. El antiguo jefe me trataba muy mal y yo me ponía de mal humor. Este jefe me trata bien.

–Papá, hemos orado por ti –dijo Alex–. Todos los días de semana nos hemos reunido con mamá para orar. Julio decía: «Ayu papa»; pero creo que Dios entendía su oración.

–Gracias, hijo. ¡Qué bueno que mi familia sabe orar!

–Hicimos lo que dijo Jesús. Nos pusimos de acuerdo para orar que estuvieras contento en tu trabajo. Queríamos tener un papá que estuviera contento también en casa.

EL PAPÁ PIDIÓ PERDÓN

Esa tarde, a la hora de cenar, el papá pidió perdón a su familia por haberles hecho sufrir.

–Los llevaré a comer un postre en la pastelería –dijo el papá–. Se merecen eso y mucho más por haberme soportado cuando estaba de muy mal humor.

–¡Bravo! –gritaron todos.

Después de ayudar a la mamá a limpiar la mesa y lavar los platos, la familia salió rumbo a la pastelería.

Mariela tomó a Julio de la mano para que no saliera corriendo a la calle. Alex y Juanito caminaron abrazados.

La mamá y el papá iban felices, tomados de la mano.

Alex dio gracias a Dios por haber contestado a sus oraciones. Más que nada agradeció por tener un papá, aunque éste había estado de mal humor por un tiempo.

Varios de los amigos de Alex no tienen papá. Alex oró por ellos para que comprendan que Dios es su Padre celestial que quiere estar con ellos por siempre.

A los papás deseamos:

MIS PERLITAS

En Mis Perlitas encuentra ayudas para esta historia.

Los nuevos zapatos de Pepe

Los zapatos de Pepe estaban tan viejos y gastados que le daba vergüenza ponérselos para ir a la escuela. Pepe se los mostró a su mamá y le preguntó si ella le podía comprar nuevos zapatos.

La mamá miró los zapatos con tristeza. Realmente estaban muy gastados, y con gusto le hubiera comprado nuevos zapatos; pero no había dinero para comprar zapatos.

–Pepe, me parece que te pueden durar un poco más estos zapatos. El dinero que tengo sólo alcanza para comprar los alimentos que necesitamos –le dijo ella–. Por favor, hijo, no me pidas zapatos.

El papá de Pepe había sufrido un accidente y no podía trabajar como antes. Pepe podía comprender por qué sus padres no podían comprarle zapatos; sin embargo, se puso a llorar.

–No llores, Pepe –le dijo su mamá–. Papá y yo no podemos comparte nuevos zapatos; pero podemos pedirlos a Dios, nuestro Padre en el cielo. Él nunca nos abandona.

Pepe pide a Dios nuevos zapatos

Sin perder tiempo se arrodillaron junto a la cama y pidieron a nuestro buen Dios nuevos zapatos para Pepe. Con la seguridad de que Dios iba a contestar la oración, la mamá fue a hacer las compras.

Don Oscar, el dueño de la tienda, la saludó amablemente y le dijo:

–¿Ha tenido usted buena suerte hoy, señora? Parece estar muy contenta.

–Estoy contenta pero no por alguna buena suerte –contestó ella–. Al contrario, el tiempo es malo. Me siento feliz porque sé que Dios nos ayuda.

–Hay gente que siempre se queja. ¿Qué la alegra a usted?

–Como le dije, Dios nos ayuda. Estoy contenta porque sé que Dios ha escuchado la oración que le hicimos mi hijo y yo.

Un par de nuevos zapatos

Cuando la mamá de Pepe terminó de hacer sus compras, don Oscar le dijo:

–Tengo un par de zapatos casi nuevos que mi hijo Alfredo no puede usar. Él es un poco más grande que su hijo Pepe. Si me permite, se los daré.

¡Qué gran sorpresa! La mamá de Pepe le contó al buen hombre que ese día ella y su hijo habían pedido a Dios un par de zapatos.

–¡Es verdad que Dios cuida de sus hijos! –repitió don Oscar una y otra vez.

Después de agradecer al buen hombre por los zapatos, la mamá de Pepe volvió a casa. Se imaginaba la cara feliz que iba a poner su hijo. ¡Una vez más su Padre en el cielo les había mostrado su amor y cuidado!

¿Quién se alegró más?

En tu opinión, ¿quién se alegró más por los nuevos zapatos?

  • Don Oscar, que Dios usó para contestar la oración de Pepe y su mamá.
  • La mamá de Pepe, que confió en su Padre celestial.
  • Pepe, al ponerse los nuevos zapatos.

Dios es tu Padre y cuida de ti

¿Tienes una necesidad? Recuerda que Dios es tu Padre y que cuida de ti.

No siempre la respuesta a nuestras oraciones llega de una vez, como con Pepe; pero Dios nunca falla. De distintas maneras nos muestra su amor. Pon tus cargas en las manos del Señor, pues Él tiene cuidado de ti. Confía en Dios de todo corazón. Él nunca te abandona.

MIS PERLITAS

En Mis Perlitas encuentra todos los materiales de esta historia.

 

Necesidad de hospedaje en Ciudad de México

Hermanos de la hermosa capital de México necesitamos su ayuda. Tres de nuestros hermanos peruanos que trabajan con niños discapacitados necesitan hospedaje en el mes de febrero. Aquí sigue una carta explicativa. Cualquiera que pueda ayudar o darnos alguna información, déjeme un comentario. En la carta hay direcciones.

Carta: Solicitud de hospedaje en Ciudad de Mexico

La niña que pidió ojos azules

Una semana antes de la Navidad, el año 1867, nació en un pequeño pueblo de Irlanda una niña con lindos ojos de color café.

Sus padres le pusieron el nombre de Amy. Ella creció en un pueblo junto al mar, y desde muy pequeña llegó a amar los colores y los sonidos del océano. Su color favorito era azul, como el color de los ojos de su mamá.

Desde muy pequeña, su gran deseo era tener ojos azu­les. No estaba contenta con sus ojitos de color café: brillantes, traviesos y llenos de vida.

Amy siempre escuchó hablar del Hijo de Dios, el Señor Jesús. Sus padres le leían la Biblia todos los días.

Ella aprendió que Jesús la amaba y que había venido del cielo para morir por sus pecados en la Cruz y ser su Salvador. También sabía que Jesús no está muerto sino que vive y que escucha las oracio­nes.

Amy pide ojos azules

Amy tenía solamente tres años cuando le pidió al Señor que le diera ojos azules. Una noche, se arrodilló junto a su cama y oró a Dios, pidiendo que cambiara sus ojos de color café por un hermoso azul. Pidió con toda fe, y estaba convencida de que iba a contestar su oración.

«Dios siempre contesta las oraciones», le había dicho su mamá muchas veces.

Amy sabía que Jesús había prometido: «Pidan, y se les dará… Porque todo el que pide, recibe.» Confiada en que esas palabras eran verdad, se durmió.

A la mañana siguiente, se despertó feliz como un pajarito. Rápidamente fue a mirarse en el espejo. Es­taba emocionada pensado en que tendría ojos azules.

¿Ojos azules? ¡NO! Solamente unos trágicos ojos de color café se reflejaban en el espejo. Unos ojos muy tristes. ¡Dios no había contesta­do! Nada había ocurrido.

No también es una respuesta

Amy había orado, se había porta­do bien (aunque no es porque te portas bien que Dios responde a la oración), había creído en Dios; sin embargo, Él no había contestado a su oración.

Amy hizo un esfuerzo por no llorar. Entonces pasó algo muy importante. Tal vez lo oyó en el apagado cuchi­cheo de las olas, quizá su mamá al entrar al cuarto se lo dijo. Tal vez Dios mismo estaba ayudando a Amy a entender un secreto que ella iba a recordar por el resto de su vida: «No también es una respuesta.»

Las palabras llegaron tan claras a su mente, como si alguien las hubiera dicho en alta voz. Amy pensó que Dios no había prestado atención cuando oraba… pensó que Él sencillamente no había contestado; pero sí contestó la oración de Amy, aunque la respuesta fue «no».

Los planes de Dios

Muchos años más tarde, Amy en­tendió por qué Dios no le dio ojos de color azul. Él tenía un plan muy emocionante para su vida. Para cumplir ese plan, Amy necesitaba ojos de color café.

Dios tiene un plan también para tu vida, y por medio de las experiencias de cada día, Él quiere enseñarte lecciones muy importantes.

Si le pides algo, y la res­puesta es «no», recuerda que Dios sabe lo que es mejor para ti. ¡No también es una respuesta!

¿Tienes un deseo especial? ¡Cuéntaselo a Dios en oración! Cualquiera que sea la respuesta, ten la seguridad de que es la mejor para ti.

MIS PERLITAS 424

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El profeta que oró por lluvia

Pepita llegó temprano al club del sábado. Traía en las manos el tesoro que había ganado por adivinar la palabra secreta; aquello que vale más que el oro. ¿Recuerdas la palabra? SA-BI-DU-RÍA.

El papá de Pepita se interesó mucho en la historia de Elías y el fuego. Le pareció tan impresionante que el fuego que cayó del cielo consumió al buey, la leña, las piedras, el polvo, y aun el agua que estaba en la zanja.

Pepita quería saber dónde en la Biblia estaba la historia para que su papá la leyera. Don Pepe había cambiado. Primero no quiso que Pepita vaya al club; ahora estaba contento y quería que su hija le contara lo que aprendía.

–Dios está contestando mis oraciones por tu papá –dijo doña Beatriz a Pepita–. Espero que un día toda tu familia siga los caminos de Dios.

La buena vecina Beatriz estaba feliz al ver el interés de Pepita en lo que ella enseñaba a los niños del club. Le marcó un lugar en la Biblia que Pepita debía leer durante la clase. Y le puso un señalador en 1 Reyes 18, para que Pepita le mostrara a su papá dónde leer acerca de Elías y el fuego del cielo.

ELÍAS ORA PARA QUE NO LLUEVA

El rey Acab y la reina Jezabel eran malvados. En vez de servir a Dios adoraban al ídolo Baal, y toda la gente seguía su mal ejemplo. Elías fue al palacio y dijo al rey: «Tan cierto como que Dios vive, a quien yo sirvo, no habrá rocío ni lluvia en los próximos años, hasta que yo lo ordene.»

El agua es muy importante. Si no llueve por un buen tiempo se secan los ríos, no hay cosechas, y la gente empieza a pasar hambre. ¡En Israel no llovió por tres años y medio!

Elías no pasó hambre. Dios lo mandó a que se escondiera en el arroyo de Querit. Los cuervos le llevaban comida: pan y carne en la mañana y en la tarde. ¿Por qué tuvo que esconderse? ¡Porque el rey Acab estaba furioso y lo buscaba!

Después Dios mandó a Elías que fuera a Sarepta. Allí lo alimentó una viuda. Ella y su hijo tenían sólo un poco de harina y un poco de aceite para hacer un pan. Dios hizo que no se acabara la harina y el aceite durante todo el tiempo que no llovió. ¡Cada día ellos comieron pan del cielo!

ELÍAS ORA PARA QUE LLUEVA

El rey buscaba a Elías por todas partes; pero no lo encontraba. Le echaba la culpa a Elías de que no llovía; pero era culpa del rey, porque adoraba al ídolo Baal. Un día, Dios le dijo a Elías que iba a mandar lluvia; pero Elías tenía que orar.

Dios es nuestro Padre y quiere que le pidamos las cosas que necesitamos, por eso Elías tenía que pedirle lluvia.

Después de la gran maravilla del fuego que cayó del cielo, Elías fue con su siervo a la cima del monte Carmelo orar. Se arrodilló, puso su cabeza entre las rodillas, y oró.

Doña Beatriz pidió a Pepita que leyera los versículos que le había marcado en su Biblia. Pepita leyó:

«El profeta Elías era un hombre como nosotros, y cuando oró con fervor pidiendo que no lloviera, dejó de llover sobre la tierra durante tres años y medio. Después, cuando oró otra vez, volvió a llover, y la tierra dio su cosecha.»
Santiago 5:17,18 DHH

DIOS MANDA LLUVIA

Elías oró y dijo a su siervo que vaya a mirar si venía la lluvia. Seis veces fue a mirar hacia el mar; pero no vio nada. La séptima vez dijo:

–Veo una nube pequeña. Parece la mano de un hombre.

–¡Es la lluvia que viene! –dijo Elías.

Elías se levantó contento. Ya no necesitaba orar más. ¡Dios le había contestado! Mandó a decir al rey Acab que prepare su carro y se vaya antes que lo detenga la lluvia.

¿Qué hizo Elías? Dios le dio fuerza extraordinaria. Se sujetó el manto con su cinturón y corrió delante del carro de Acab todo el camino desde el monte Carmelo hasta Jezreel.

–¿Cuánto corrió Elías? –preguntó Sal.

A Sal le interesan mucho los números. Siempre anda calculando cosas.

–¡Elías corrió unos 40 kilómetros! –dijo doña Beatriz.

Elías no era un súper hombre. Era como nosotros; pero confiaba en el Dios que hace maravillas. Oró con fervor que no lloviera, y no llovió. Luego oró que lloviera, ¡y llovió!

¡Ora con fervor y Dios te contestará!

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El desayuno del cielo

Era una mañana como cualquier otra. Los niños estaban sentados a la mesa esperando su desayuno. Allí estaban los platos, allí estaban las tazas; pero vacíos…

–Demos gracias a Dios por el desayuno –dijo Jorge Müller, el «papá» de los niños.

Los niños eran huérfanos y habían encontrado refugio en el hogar de este hombre bondadoso, que confiaba en Dios por todo lo que él y los niños necesitaban.

MÁS DE 10.000 NIÑOS

Jorge Müller comenzó con una casa y 30 niños. Al poco tiempo tenía cuatro casas y 150 niños que cuidar. Durante sesenta largos años, él cuidó de miles de niños huérfanos. Cuando murió, a los 93 años de edad, tenía cinco casas con más de 2.000 niños. En total, Jorge Müller refugió a más de 10.000 niños, que recibieron un hogar en el orfanato.

PEDÍA TODO DE DIOS

Los niños miraron a «papá Jorge». Ellos estaban acostumbrados a orar, a pedir a Dios lo que necesitaban.

Jorge Müller nunca pedía nada de nadie, sino solamente a Dios. Cada día se levantaba muy de mañana para orar. Todo lo que los niños necesitaban, él se lo pedía a Dios en oración. A veces Dios mandaba gran cantidad de dinero, otras veces llegaba poco; pero nunca les faltaba lo necesario.

EL LECHERO Y LA LECHE

Esa mañana, cuando los platos y las tazas en las mesas estaban vacíos, «papá Jorge» nuevamente confió en el Padre celestial y oró a Dios que les mandara desayuno.

¡Pum! ¡Pum! ¡Pum! Alguien tocaba la puerta.

Allí estaba el lechero. El carro con el que repartía la leche se había malogrado afuera de la puerta del orfanato.

–No puedo seguir repartiendo leche –dijo el lechero–. Tomen ustedes la leche.

El lechero dio toda la leche para los niños del orfanato.

EL PANADERO Y EL PAN

Al poco rato, nuevamente alguien tocó la puerta.

¡Pum! ¡Pum! ¡Pum! Era el panadero, que traía canastas y bandejas llenas de pan.

–Me levanté temprano –dijo el panadero–. Dios me dijo que tenía que traerles pan.

¡Qué rico era el aroma del pan recién horneado!

Leche y pan fue lo que Dios mandó al orfanato esa mañana. Los niños tomaron felices su desayuno del cielo. Después, Dios proveyó comida para el almuerzo y la cena.

UN PREDICADOR DE ALEMANIA

Así era la vida de Jorge Müller. Él había llegado de Alemania a Inglaterra para predicar el evangelio. Mientras iba de lugar en lugar, predicando la palabra de Dios, vio a muchos niños harapientos y sucios que jugaban en las calles. Muchos de ellos no tenían padres que los cuidaran.

Dios le habló y le dijo que quería que comenzara un orfanato para tantos niños huérfanos que había en la ciudad.

Jorge Müller vivía en Bristol. Él habló con los hermanos de la iglesia donde trabajaba, pero ellos no estaban de acuerdo con la idea. Sin embargo, Dios le había hablado y el buen hombre no pudo quedarse tranquilo.

Jorge Müller empezó a orar a Dios para que le diera lo necesario. Como respuesta a sus oraciones recibió una casa, dinero, gente que le ayudara, y niños que vivieran en el orfanato. Fue así que llegó a ser el «papá» de miles de niños.

PADRE DE LOS HUÉRFANOS

En el Salmo 68:5 dice que Dios es «Padre de los huérfanos». Dios también es la «ayuda de los huérfanos». Dios pone en el corazón de hombres y mujeres, tales como Jorge Müller, que se preocupen de los huérfanos, porque a al Señor le importa mucho el bienestar de estos niños.

¿Quisieras orar por los huérfanos allí donde tú vives?

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Una noche entre leones

Imagina que pasas una noche durmiendo entre leones. ¿Sería posible? Quizá si fueras entrenador en un zoológico.

Hace muchos años había un hombre que lo único que sabía acerca de leones era que éstos son muy bravos. En su país los tenían en un foso que se usaba para castigar a criminales. Echaban a los criminales en el foso y los leones se los comían.

Este gobernador era el mejor de los mejores. Era tan bueno y fiel que el rey pensaba ponerlo como jefe sobre todo el reino.

Sus compañeros de trabajo se morían de envidia y buscaban algo de qué acusarlo; pero no había nada.

UN PLAN MALVADO

Entonces idearon un plan muy malvado. Ellos habían visto que Daniel oraba a Dios tres veces al día. Sí, el gobernador se llamaba Daniel y en la Biblia hay un libro que lleva su nombre. Allí está esta historia, en el capítulo 6.

Daniel oraba con las ventanas abiertas hacia Jerusalén. Él estaba en tierra extraña. Cuando era sólo un adolescente lo habían llevado cautivo de Jerusalén a Babilonia. Daniel nunca olvidó al Dios de su pueblo Israel, y por eso oraba tres veces al día. ¡Qué hermosa costumbre!

Los gobernadores envidiosos engañaron al rey, llamado Darío, para que dictara una nueva ley. Era una ley para que durante un mes todos solamente oraran al rey. Si alguien oraba a algún dios u hombre, y no al rey Darío, sería echado al foso de los leones, como si fuera un criminal.

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EL REY CAYÓ EN LA TRAMPA

El rey se sintió honrado por esta propuesta; le agradó el plan. Pero cuando le trajeron al gobernador Daniel como un criminal, que no había cumplido la ley, el rey se puso pálido. ¡Había caído en una trampa!

Los gobernadores malvados habían espiado a Daniel, y lo habían visto orar a su Dios. Muy complacidos lo trajeron al rey para que fuera castigado.

–Daniel, mi muy amado Daniel –dijo el rey, desesperado–. El decreto está firmado; tengo que hacerlo; tengo que echarte a los leones. ¡El Dios tuyo, a quien tú continuamente sirves, él te libre!

LA NOCHE ENTRE LEONES

Esa noche el rey Darío no quiso comer, ni quiso escuchar música; no quiso hacer nada… ¡y no pudo dormir!

En el foso de los leones el gobernador Daniel dormía tranquilo entre leones. ¡Un león era su almohada!

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Los leones, ¿no se comieron a Daniel? ¡No! Dios mandó su ángel para cerrar la boca de los leones.

Muy de mañana, el rey apresuradamente fue al foso y llamó a gritos a Daniel.

–Daniel, mi muy amado Daniel –gritó el rey–. El Dios tuyo, a quien tú continuamente sirves, ¿te ha podido librar de los leones?

NI SIQUIERA UN RASGUÑO

¡Qué alegría para el rey cuando Daniel le contestó desde lo profundo del foso! ¡Dios lo había salvado!

Daniel era inocente; no había hecho nada malo. ¿Cuál era su «crimen»? Daniel había orado a Dios; ese era el crimen.

Cuando sacaron a Daniel del foso, no tenía un solo rasguño. Los leones no le habían hecho ningún daño, porque Daniel confiaba en su Dios.

A los hombres malvados, ¿qué les pasó? Ellos y sus familias fueron echados al foso de los leones. Antes que llegaran a tocar el suelo, los leones cayeron sobre ellos y les trituraron los huesos. ¡Qué triste suerte pagaron por su envidia!

EL DECRETO DEL REY

El rey Darío, muy impresionado por el poder de Dios, mandó una carta a todos los pueblos y naciones del mundo. ¿Qué crees que decretó? Darío decretó que en todo lugar de su reino se adore y honre al Dios de Daniel.

Paz os sea multiplicada. De parte mía es puesta esta ordenanza: Que en todo el dominio de mi reino todos teman y tiemblen ante la presencia del Dios de Daniel; porque él es el Dios viviente y permanece por todos los siglos, y su reino no será jamás destruido, y su dominio perdurará hasta el fin. El salva y libra, y hace señales y maravillas en el cielo y en la tierra; él ha librado a Daniel del poder de los leones.  (Daniel 6:26 y 27)

Aunque Daniel sabía que su castigo sería la muerte, no tuvo miedo ni dejó su costumbre de orar a Dios tres veces al día.

¿Cómo sería si tú fueras tan fiel a Dios, que el presidente de tu país hiciera un decreto de que todos debían adorar al Dios que tú sirves? ¡Piénsalo!

 

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Alex y la oración por su papá

padre de AlexAlex estaba preocupado. Cuando su papá llegaba del trabajo ellos jugaban con la pelota. Él era alegre y jovial, y a veces contaba chistes a la hora de comer. Ahora llegaba del trabajo de mal humor y no quería jugar con Alex ni con sus hermanos. Lo único que hacía después de la cena era mirar televisión.

–Mamá, ¿qué le he hecho a papá, que ya no juega conmigo? –le preguntó Alex a su mamá.

–Hijo, no le has hecho nada –le respondió ella con algo de preocupación.

–¿Por qué papá ya no es alegre como antes?

–Está preocupado, hijo. Su jefe lo trata mal. El jefe no puede despedirlo pero le hace la vida imposible para que tu papá se aburra y busque otro trabajo.

–Voy a orar por papá –dijo Alex.

ALEX ORABA CADA NOCHE

Pasaron los días. Alex oraba cada noche para que se diera una solución al problema.

Un domingo, en su clase bíblica, el maestro habló de la oración y de una promesa que hizo Jesús, de que si dos personas se ponen de acuerdo para pedir algo, nuestro Padre celestial los oye.

AlexAlex estuvo pensando varios días en lo que había dicho el maestro. Decidió hablar con su mamá acerca del problema que tenía su papá en el trabajo. Le preguntó:

–Mamá, ¿no podríamos orar tú y yo como dijo Jesús?

–¿A qué te refiere, hijo? –preguntó su mamá.

–Jesús dijo que podemos ponernos de acuerdo para orar. ¿No podríamos orar tú y yo que papá esté contento en su trabajo? Marcela también puede orar; y Juanito y Julio.

TODOS ORARON POR EL PAPÁ

Eso es lo que hicieron. Cada tarde, cuando Alex y Marcela llegaban de la escuela, la mamá reunía a todos en la sala y oraban por el papá. Julio era tan pequeño que apenas estaba aprendiendo a hablar, pero oraba, con sus manitas juntas y sus ojos bien cerrados: «Ayu papa.» Juanito oraba con mucho fervor: «Amado Dios, ayuda a mi papá a estar contento en su trabajo.» Así también oraban Alex y Marcela.

De lunes a viernes oraban juntos. Como el papá estaba en casa los sábados y domingos, cada uno oraba por su cuenta. Alex no dejaba pasar un día sin orar.

UNA GRAN SORPRESA

Un día hubo una sorpresa a la hora de comer. El papá contó un chiste que hizo reír a todos. Julito era muy pequeño para entender el chiste, pero se reía porque veía reír a los demás. ¡Ja, ja, ja!

Otro día, el papá llegó del trabajo con ganas de encestar la pelota con Alex. ¡Y con qué ganas jugaban!

Poco a poco regresó el papá alegre y jovial que había estado ausente por mucho tiempo. Para Alex y sus hermanos era una gran alegría tener nuevamente un papá alegre.

poster papa 2–Papá, ahora eres el papá de antes, ¿qué ha pasado? –le preguntó Alex un día.

–Perdóname, hijo, por haberles hecho sufrir – le respondió el papá–. Nos cambiaron de jefe en el trabajo. El antiguo jefe me trataba muy mal y yo me ponía de mal humor. Este jefe me trata bien.

–Papá, hemos orado por ti –dijo Alex–. Todos los días de semana nos hemos reunido con mamá para orar. Julio decía: «Ayu papa»; pero creo que Dios entendía su oración.

–Gracias, hijo. ¡Qué bueno que mi familia sabe orar!

–Hicimos lo que dijo Jesús. Nos pusimos de acuerdo para orar que estuvieras contento en tu trabajo. Queríamos tener un papá que estuviera contento también en casa.

EL PAPÁ PIDIÓ PERDÓN

Esa tarde, a la hora de cenar, el papá pidió perdón a su familia por haberles hecho sufrir.

–Los llevaré a comer un postre en la pastelería –dijo el papá–. Se merecen eso y mucho más por haberme soportado cuando estaba de muy mal humor.

–¡Bravo! –gritaron todos.

Después de ayudar a la mamá a limpiar la mesa y lavar los platos, la familia salió rumbo a la pastelería. Mariela tomó a Julio de la mano para que no saliera corriendo a la calle y lo atropellara un auto. Alex lo tomó del hombro a Juanito para que él no saliera corriendo a la calle sin pensar. La mamá y el papá iban felices, tomados de la mano.

Alex dio gracias a Dios por haber contestado a sus oraciones. Más que nada dio gracias por tener un papá, aunque éste había estado de mal humor por un tiempo.

Varios de los amigos de Alex no tienen papá. Alex oró por ellos para que comprendan que Dios es su Padre celestial que quiere estar con ellos por siempre.

Promesa de Jesús: Si dos de ustedes se ponen de acuerdo aquí en la tierra para pedir algo en oración, mi Padre que está en el cielo se lo dará. Mateo 18:19, DHH

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