La oración de Alex por su papá

Alex estaba preocupado. Cuando su papá llegaba del trabajo ellos jugaban con la pelota. Su papá era alegre y jovial, y a veces contaba chistes a la hora de comer.

Ahora llegaba del trabajo de mal humor y no quería jugar con Alex ni con sus hermanos. Lo único que hacía después de la cena era mirar televisión.

–Mamá, ¿qué le he hecho a papá, que ya no juega conmigo? –preguntó Alex.

–Hijo, no le has hecho nada –le respondió su mamá con algo de preocupación.

–¿Por qué papá ya no es como antes?

–Está preocupado, hijo. Su jefe lo trata mal. El jefe no puede despedirlo pero le hace la vida imposible a tu papá para que se aburra y busque otro trabajo.

–Voy a orar por papá –dijo Alex.

ALEX ORABA CADA NOCHE

Pasaron los días. Alex oraba cada noche para que se diera una solución al problema.

Un domingo, en su clase bíblica, el maestro habló de la oración y de una promesa que hizo Jesús, de que si dos personas se ponen de acuerdo para pedir algo, nuestro Padre celestial los oye.

Alex estuvo pensando varios días en lo que había dicho el maestro. Decidió hablar con su mamá acerca del problema que tenía su papá en el trabajo. Le preguntó:

–Mamá, ¿no podríamos orar tú y yo como dijo Jesús?

–¿A qué te refieres, hijo? –preguntó su mamá.

–Jesús dijo que podemos ponernos de acuerdo para orar. ¿No podríamos orar tú y yo que papá esté contento en su trabajo? Marcela también puede orar; y Juanito y Julio.

TODOS ORARON POR EL PAPÁ

Eso es lo que hicieron. Cada tarde, cuando Alex y Marcela llegaban de la escuela, la mamá reunía a todos en la sala y oraban por el papá.

Julio era tan pequeño que apenas estaba aprendiendo a hablar, pero oraba, con sus manitas juntas y sus ojos bien cerrados: «Ayu papa.»

Juanito oraba con mucho fervor: «Amado Dios, ayuda a mi papá a estar contento en su trabajo.»

Así también oraban Alex y Marcela.

De lunes a viernes oraban juntos. Como el papá estaba en casa los sábados y domingos, cada uno oraba por su cuenta. Alex no dejaba pasar un día sin orar.

UNA GRAN SORPRESA

Un día hubo una sorpresa a la hora de comer. El papá contó un chiste que hizo reír a todos. Julito era muy pequeño para entender el chiste, pero se reía porque veía reír a los demás. ¡Ja, ja, ja!

Otro día, el papá llegó del trabajo con ganas de encestar la pelota con Alex. ¡Y con qué ganas jugaban!

Poco a poco regresó el papá alegre y jovial que había estado ausente por mucho tiempo. Para Alex y sus hermanos era una gran alegría tener nuevamente un papá feliz.

–Papá, ahora eres el mismo de antes, ¿qué ha pasado? –le preguntó Alex un día.

–Perdóname, hijo, por haberles hecho sufrir –le respondió el papá–. Nos cambiaron de jefe en el trabajo. El antiguo jefe me trataba muy mal y yo me ponía de mal humor. Este jefe me trata bien.

–Papá, hemos orado por ti –dijo Alex–. Todos los días de semana nos hemos reunido con mamá para orar. Julio decía: «Ayu papa»; pero creo que Dios entendía su oración.

–Gracias, hijo. ¡Qué bueno que mi familia sabe orar!

–Hicimos lo que dijo Jesús. Nos pusimos de acuerdo para orar que estuvieras contento en tu trabajo. Queríamos tener un papá que estuviera contento también en casa.

EL PAPÁ PIDIÓ PERDÓN

Esa tarde, a la hora de cenar, el papá pidió perdón a su familia por haberles hecho sufrir.

–Los llevaré a comer un postre en la pastelería –dijo el papá–. Se merecen eso y mucho más por haberme soportado cuando estaba de muy mal humor.

–¡Bravo! –gritaron todos.

Después de ayudar a la mamá a limpiar la mesa y lavar los platos, la familia salió rumbo a la pastelería.

Mariela tomó a Julio de la mano para que no saliera corriendo a la calle. Alex y Juanito caminaron abrazados.

La mamá y el papá iban felices, tomados de la mano.

Alex dio gracias a Dios por haber contestado a sus oraciones. Más que nada agradeció por tener un papá, aunque éste había estado de mal humor por un tiempo.

Varios de los amigos de Alex no tienen papá. Alex oró por ellos para que comprendan que Dios es su Padre celestial que quiere estar con ellos por siempre.

A los papás deseamos:

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