Sal, Pimienta y Samuel andaban por el vecindario abrazando árboles. ¿Qué? ¿Por qué abrazaban árboles? Desde que habían investigado acerca de árboles, y aprendieron que algunos llegan a tener más de cinco mil años, se divertían adivinando la edad de los árboles en el vecindario. Entre los tres formaban una ronda alrededor un árbol, y a veces llamaban a otros niños para formar esa ronda.
–Yo soy un árbol de amor –decía Pimienta–. Tengo raíces profundas.
Doña Beatriz les había enseñado que para ser fuertes como los árboles que crecen por miles de años, necesitaban raíces profundas.
–Raíces profundas, fundamento firme –cantaba Sal, con una melodía alegre–. Las enseñanzas de Jesús me dan esas raíces.
–Raíces profundas, árbol de amor –cantaba Pimienta.
Samuel, el niño huérfano que había venido a vivir con sus tíos después de la muerte de sus padres, cantaba con Sal y Pimienta. Cuando doña Beatriz los miraba desde su ventana, se alegraba porque estaban aprendiendo lo que les enseñaba.
Regalo de amor
El AMOR es una de las virtudes en el árbol del amor. Cuando los niños llegaron a la reunión del Club había muchos regalos al pie del árbol que doña Beatriz había fijado en la pared.
Regalos. ¿Para quién eran los regalos? Para todos, y para una actividad de adivinanza.
–Abran los regalos –dijo la buena vecina.
En cada regalo había un corazón con una letra. El propósito era que formaran palabras con esas letras.
También había chocolates y caramelos. ¡Qué rico, verdad?
Fue divertido, como un rompecabezas. Pepita, Sal y otros dos niños formaron la palabra amor. Samuel y Estrella formaron de. Doña Beatriz tuvo que ayudar a los demás a formar la otra palabra, que era regalo. «Regalo de amor» leyeron los niños.
–Hoy les voy a contar de alguien que recibió un regalo muy especial –dijo doña Beatriz–, algo fuera de lo común. Ya verán quién dio ese regalo y a quién lo dio. Fue un regalo de amor.
María y Marta
Volvamos atrás dos mil años. Imaginemos que vamos de visita al país de Israel. Llegamos a Jerusalén, la ciudad capital. De allí queda cerca el pueblo de Betania.
En Betania visitamos a María y Marta, dos hermanas que amaban a Jesús y hacían todo para mostrarle su amor.
Marta era una experta ama de casa. Ella mostró su amor a Jesús con hospitalidad. Cantaba alegremente en la cocina mientras preparaba una exquisita cena para Jesús y sus discípulos. María estaba sentada a los pies de Jesús, escuchando.
Marta dejó de cantar y miró alrededor. ¿Dónde estaba María? ¿Por qué no le ayudaba en la cocina? La vio sentada a los pies de Jesús escuchando su enseñanza. ¿Cómo era posible que María la deje sola en la cocina?
–Maestro, ¿no te importa que María me haya dejado sola con todo el trabajo? –se quejó Marta–. Dile que me ayude.
Jesús miró de una hermana a otra. Ambas lo amaban; ambas querían hacer todo por demostrarle su amor.
Pero sólo una de ellas había escogido lo mejor, sentarse a sus pies.
Con mirada tierna Jesús respondió:
–Marta, Marta, estás preocupada con muchas cosas. María ha escogido la buena parte y no se la voy a quitar.
Un regalo fragante
¿Crees que María era perezosa, que por eso no ayudaba a su hermana? Al contrario, María debe haber sido una mujer muy laboriosa. Ya verás por qué.
María tenía un tesoro, un frasco de alabastro, con un perfume costoso de nardo puro, valorado en 300 denarios. Su precio representaba el salario de todo un año. Seguramente trabajó mucho para conseguir ese perfume.
¿Qué hizo María con su tesoro, con el perfume? Antes de que Jesús muriera en la cruz hicieron en Betania una cena para Él. Allí María le ofreció su tesoro. ¿Cómo?
María hizo algo que sorprendió a todos los que lo vieron. Derramó el perfume sobre los pies de Jesús; después le secó los pies con sus cabellos. ¡Y la casa se llenó con la fragancia del perfume!
Cuando Jesús visitó el hogar en Betania, María escogió la buena parte; se sentó a los pies de Jesús para escuchar sus palabras. Ahora María derramó su tesoro a los pies de Jesús.
¡Qué regalo extraordinario! ¿Obsequiarías algo que te hubiera costado todo un año de trabajo? Todos en la casa sintieron la fragancia del tesoro que María regaló a Jesús.
Tu vida puede ser un regalo fragante. María regaló su tesoro para mostrar su amor a Jesús. Marta fue hospitalaria.
¿Qué podrías hacer tú para mostrar tu amor a Jesús?
MIS PERLITAS
En Mis Perlitas están todos los materiales para esta historia.