Nueva serie: niños de la Biblia

Siempre me emociona comenzar una nueva serie de lecciones. Tengo gran expectativa ante lo que el Señor hará en la vida de maestros y alumnos. En esta serie veremos ejemplos de niños de la Biblia, comenzando con Moisés y sus hermanos.

 

Dios tuvo un plan especial para estos hermanos escogidos.

  • Moisés: legislador
  • Aarón: sumo sacerdote
  • Miriam: profetisa

 

Conocemos mejor a Moisés, descrito como el hombre más humilde (manso) de la tierra, con quien Dios habló cara a cara (Número 12:3,7,8). Desde un principio Dios cuidó de su siervo. Cuando llegó la hora de que Moisés cumpliera el plan de Dios, su hermano Aarón estuvo a su lado. Su hermana mayor, Miriam la profetisa (su nombre también se traduce como María), fue dirigente de las mujeres.

Es hermoso ver a estos hermanos trabajando unidos en la obra de Dios. Así, el Señor tiene planes para ti y tus alumnos. Depende de cada uno buscar y cumplir la voluntad de Dios.

Moisés fue criado en dos culturas. Pasó la niñez con su familia y su pueblo en la tierra de Gosén. Allí aprendió acerca de Jehová, el Dios de Israel, como también la historia y la cultura de su pueblo.

A su tiempo, fue llevado a la casa del faraón. Fue adoptado por la princesa, que le dio su nombre. En la casa del rey aprendió la sabiduría de los egipcios; la cultura y la religión de ellos, cosas muy distintas a lo que había aprendido de niño.

Ya adulto, renunció a la vida de príncipe. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios antes que disfrutar de los efímeros placeres del pecado (véase Hebreos 11:24-26).

Es importante enseñar a los niños que todos tenemos que escoger. Debemos decidir si vamos a servir a Dios o si le daremos la espalda. En esta serie vamos a ver niños y niñas que escogieron servir a Dios.

Miriam y Aarón, que conocemos desde que eran niños, tuvieron parte con Moisés en el gran ministerio de sacar el pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto.

Dios llamó a Moisés para que sea el libertador y legislador. Gracias a su fidelidad y obediencia tenemos todas las leyes del Pentateuco.

Para Aarón Dios también tenía un plan especial. Primero fue la voz de Moisés para hablar con el faraón. Más adelante, Dios lo escogió para que sea el sumo sacerdote (Hebreos 5:1-4).

Cuando Jocabed preparó la canastilla para salvar a Moisés no sabía los grandes planes que Dios tenía para sus tres hijos. Miriam, la hija mayor, fue bondadosa al ocuparse de vigilar a su hermanito cuando estuvo en la canasta a la orilla del Nilo. A lo largo de los años Miriam apoyó a Moisés cuando Dios lo mandó liberar de la esclavitud a su pueblo.

El pueblo que Moisés y Aarón sacaron de Egipto era grande. Se calcula como de tres mil millones. Tal vez un millón eran mujeres, a las que Miriam la profetisa guiaba.

Los tres hermanos escogidos sirvieron juntos al Señor dirigiendo a los israelitas de la esclavitud de Egipto a la Tierra Prometida.

El versículo para memorizar es hermoso. Dios promete darnos consejos y mostrarnos el camino que debemos seguir; y promete velar por nosotros. ¡Nunca lo olvidemos!

Una forma de interiorizar más las palabras de la Biblia es convertirlas en oraciones a Dios. Es una gran fortaleza orar con las escrituras.

Podemos orar así el versículo para memorizar, una de las muchas promesas de Dios:

Amado Padre celestial, hazme entender
y enséñame el camino en que debo andar;
gracias porque fijas tus ojos sobre mí.

El Salmo 90, una oración del siervo de Dios Moisés, comienza con esta declaración: «Señor, tú nos has sido refugio de generación en generación.»

Es mi deseo que los niños aprendan esta verdad. ¡Dios es nuestro refugio! Así como Él tuvo planes para Moisés, Aarón y Miriam, y desde su niñez fue su refugio y fortaleza, tiene planes para cada uno de nosotros. Sigamos fiel al Señor y Él nos mostrará paso a paso ese plan.

Para un breve estudio acerca de los tres hermanos escogidos:

Éxodo 1:7 al 2:19; 3 y 4; 15:1-21; 29:1-37
Números 12:1-15
Hechos 7:20-38
Hebreos 3:5; 5:1-4; 11:23-27

Sugerimos que hagas una exhibición de los niños que se estudie. Cristina está preparando material para esto. Lo pondremos en Caja de Ideas. Todo el material estará en hermanamargarita.com.

¡Bendiciones y saludos a los niños!

La Perlita 491

Historia: 491 Tres hermanos escogidos

Historia en color:  491 Tres hermanos escogidos color

Lección bíblica:  01 Tres hermanos escogidos      01 versículo CO

Para colorear 1 por hoja:  491 Actividad grande 1

Para colorear 2 por hoja:  491 El niñito Moisés Hoja

Póster:  491 Poster Salmo 32_8

Tarjetas bíblicas:  TB Salmo 32_8      A4: TB Salmo 32_8 A4

Láminas:  Niños AV Lección 1      Niños AV Lección 1b

Multimedia:  01 Tres hermanos escogidos PDF

Manualidad: HERMANOS

Carta: 491 Manualidad 3 hermanos    A4: 491 Manualidad 3 hermanos A4

Actividad 1 por hoja:  491 Actividad grande 2

Actividad 2 por hoja:  491 Tres hermanos Actividad

Respuesta:

 

El desfile de clausura

Era un día de fiesta y clausura. Todos los amigos del vecindario saben que a doña Beatriz le gustan las fiestas. No las fiestas con bailes y licor sino fiestas sanas con música alegre, juegos divertidos, y ricos bocadillos y refescos.

Esta fiesta era para celebrar el Abecé de Fragancia. Ya habían estudiado 21 virtudes, siguiendo las letras del alfabeto. Doña Beatriz dio a los niños la tarea de hacer banderas, cada uno con alguna de las virtudes.

El Club Tesoros tenía un lema, que los niños repetían usando los dedos de la mano. Los amiguitos que habían estado en el Club desde el principio, recordaban el día en que aprendieron el lema, algo que Moisés había enseñado al pueblo de Israel.

–Yo sé el lema –dijo Pimienta y levantó la mano y su dedo pulgar para empezar a repetirlo–.
Honra a Dios.

Sigue sus caminos –dijo Sal y levantó su dedo índice.

Ama a Dios con todo tu ser –intervino Pepita.

Sirve al Señor de todo corazón –siguió Pimienta.

¡Cumple sus mandamientos! –gritó Samuel, que había aprendido el lema cuando su amigo Sal lo invitó al Club.

Todos levantaron las manos, y con ambos dedos repitieron el lema. Fue un momento muy emocionante.

El discurso de Josué

En su juventud Josué había aprendido las palabras del lema. Ahora estaba anciano; tenía más de cien años de edad. Reunió al pueblo para un discurso de despedida. Era una gran fiesta para el pueblo de Israel.

Con muchos milagros Dios sacó a los israelitas de Egipto. Pero fueron infieles, y como castigo por su desobediencia, vagaron 40 años en el desierto. No obstante, Dios amaba a su pueblo e hizo milagros para darles la tierra que les había prometido por cientos de años.

Josué hizo recordar esto el pueblo. Repitió el lema, aunque en otro orden:

  • ama a Dios
  • anda en sus caminos
  • cumple sus mandamientos
  • sigue fiel al Señor
  • sirve a Dios de todo corazón

«¿Quieren servir a Dios y ser obedientes a sus mandamientos? –preguntó Josué al pueblo–. Aunque ustedes no le sirvan, yo y mi casa serviremos a Jehová.»

El pueblo repitió el lema; luego todos hicieron la promesa que encontramos en Josué 24:24.

«A Jehová nuestro Dios serviremos, y a su voz obedeceremos.»

A Pepita y Estrella les gusta cantar e inventar melodías. Al escuchar la respuesta que dio el pueblo de Israel a la pregunta de Josué les pareció ideal para cantar. Empezaron a tararear y, poco a poco, les salió una excelente melodía para cantar acerca de obedecer y servir al Señor.

Un desfile alegre

Los amiguitos del Club pronto aprendieron la melodía y las palabras. Salieron a desfilar por el vecindario cantando esa consigna. Era como una declaración de que iban a cumplir lo que habían aprendido al estudiar las virtudes. Cada uno mecía su bandera.

Sal había escogido la virtud de obediencia, porque tenía un gran deseo de ser siempre un muchacho obediente.

Pepita hizo su bandera con la virtud de bondad; su deseo era ser buena.

Estrella escogió la virtud de amor; ella quería esparcir amor.

Samuel tenía la bandera de valentía; su deseo era ser valiente como Josué.

Pimienta llevaba gratitud en su bandera. Nunca había olvidado la inmensa felicidad que sintió cuando doña Beatriz le regaló un par de zapatos, y lo satisfecho que se sintió al agradecerle. Quería mostrar siempre gratitud.

Todos los niños habían escogido una virtud. Y cada uno explicó por qué la había escogido. La niña que hizo la bandera de perdón dijo que para ella era difícil perdonar y que quería aprender a practicar el perdón.

Nuevas aventuras

Antes de terminar la fiesta doña Beatriz dio a los niños material para que armen la torre de virtudes. Les dijo que la pongan en la pared junto a su cama, para que les ayude a recordar todos los días las virtudes.

Con sus banderas y sus torres de virtudes se despidieron alegres de la buena vecina, que la siguiente semana los estaría esperando con nuevas aventuras.

Para los niños, asistir al Club Tesoros era la alegría más grande. Nada se comparaba con aprender de Jesucristo y su gran amor por ellos.

MIS PERLITAS

En Mis Perlitas están todos los materiales para esta historia.

 

Concluimos el ABC de Fragancia. Seguiremos con nuevas aventuras con nuestros amiguitos del Club Tesoros del Rey, el club de los niños buenos.

Josué, un líder valiente

Había un aire de sorpresa cuando los niños llegaron al Club. Durante medio año habían estado armando la torre con las virtudes de fragancia.

–Sólo nos faltan 4 ladrillos para terminar el alfabeto –dijo Pepita–. Los ladrillos para V, X, Y y Z.

–La V es fácil –dijo Pimienta–. Podría ser victoria o vencedor; pero ¿qué pueden ser las
palabras de X, Y y Z?

–Les tengo una sorpresa –informó doña Beatriz mientras los niños conversaban–. Hoy vamos a poner el último ladrillo. ¿Cuántas virtudes hemos estudiado?

–¡El último ladrillo! –exclamaron los niños, emocionados, y empezaron a contar–. Un, dos, tres, cuatro…

–¡Veinte! –gritaron Pimienta y Samuel a una voz al terminar el conteo.

–Sí, veinte virtudes –confirmó doña Beatriz–. Y aquí tengo la última. No vamos a hacer nada
por las X, Y y Z.

–Tampoco hicimos la K y la Ñ –dijo Pepita–. Es una torre alta. ¿Vamos a poner victoria o vencedor?

–Ni victoria ni vencedor, sino “valiente”. ¿Quién quiere poner el último ladrillo? ¿Quién es valiente?

Sal, como el primer amigo que había venido al Club, se animó a hacerlo. Tuvo que pararse en una silla para alcanzar hasta arriba. Doña Beatriz le ayudó.

–¡Qué bonita está la torre! –exclamó Pepita–. ¡Cómo quisiera tener una torre para poner en mi casa!

–¡Yo también! –dijo Estrella. A ella le gusta hacer todo igual que Pepita.

Doña Beatriz prometió que en la siguiente reunión del Club harían sus propias torres. Pero ahora les tocaba escuchar la historia.

Dios escoge a un nuevo líder

Moisés, el gran líder de Israel que sacó al pueblo de la esclavitud de Egipto y con quien cruzaron el mar Rojo, tenía un siervo que lo acompañaba en todo lo que hacía. Su nombre era Josué.

Después de que el pueblo estuvo vagando por el desierto 40 años, llegó el momento de entrar en la Tierra Prometida. Dios designó a Josué como el nuevo líder.

Moisés tenía 120 años cuando murió; pero era tan fuerte como en su juventud. Tenía tan buena vista que ni siquiera necesitaba lentes.

Antes de su muerte, Moisés se despidió del pueblo y bendijo a Josué. Él sabía que no sería fácil para Josué ser el nuevo líder y lo animó a que sea fuerte y valiente. «Dios, el Señor, irá contigo y te ayudará», le dijo.

¿Quién más lo animó? Dios mismo. Tres veces le dijo a Josué que sea fuerte y valiente.

Dios promete estar con Josué

Durante el tiempo que Josué fue siervo de Moisés lo vio escribir las leyes que Dios le dictaba. Esas leyes se conocen como el Pentateuco, los cinco primeros libros de la Biblia. Dios le dijo a Josué que no deje de leer el libro de la ley, que lo estudie todos los días, y que siempre lo ponga en práctica.

«Así tendrás éxito en todo lo que hagas», le dijo Dios, y prometió que lo ayudaría, así como ayudó a Moisés.

Como hemos visto, Dios le repitió tres veces que sea fuerte y valiente, porque él guiaría al pueblo de Israel para que reciba la tierra que Dios les había prometido.

«No desobedezcas ni una de las leyes –dijo Dios–, y te irá bien. No tengas miedo, porque estaré contigo.»

Entrada en la Tierra Prometida

Pasaron cosas emocionantes. Cuando el pueblo de Israel llegó al río Jordán, por donde debían pasar para llegar a la Tierra Prometida, era el tiempo de la cosecha y el río se desbordaba. Dios hizo detener las aguas y los millones de israelitas pasaron al otro lado del río por tierra seca.

Para conquistar la ciudad de Jericó, que tenía grandes muros que la protegían, el pueblo marchó alrededor siete días. El séptimo día marcharon siete veces. La gente marchaba en silencio y los sacerdotes tocaban trompetas. La séptima vez todos gritaron y los muros se derrumbaron. El pueblo entró y tomó la ciudad.

A Josué y su ejército les tocó conquistar ciudad tras ciudad. Josué siempre pedía a Dios que lo ayudara.
Una vez, cuando les atacaron los enemigos amorreos, Josué necesitaba más tiempo para terminar la batalla.

«Sol, ¡deténte», dijo Josué. ¿Será que el sol obedeció?

En Josué 10:1-15 está la respuesta.

MIS PERLITAS

Encuentra en Mis Perlitas todo el material que acompaña a esta historia.

Moisés, un libertador humilde

Los niños del Club se habían reunido en el jardín de doña Beatriz. El clima estaba perfecto para estar afuera; pero algunos daban más atención a las flores y los pajaritos que a la enseñanza.

–¿Quién puede decir qué es la humildad? –preguntó doña Beatriz.

–La humildad es ser pobre –dijo Samuelito.

–Es verdad que muchos asocian la humildad con la pobreza –respondió la buena vecina–. Pero puede haber un pobre orgulloso o un rico humilde.

–La humildad es ser humilde –dijo Estrella.

–Esa definición no vale –dijo Pimienta–. Creo que ser humilde significa no ser orgulloso.

Los niños siguieron dando opiniones. Luego doña Beatriz preguntó:

–¿Quién creen que ha sido la persona más humilde?

–Yo creo que ha sido Jesús –dijo Sal, sin titubear.

–Así es –dijo doña Beatriz–. Jesús es el mayor ejemplo de humildad. Aunque Jesús fue igual a Dios, se humilló y se hizo igual a nosotros. Se hizo hombre para salvarnos.

»Cuando nos toque estudiar la palabra obediencia –prosiguió–vamos a hablar de cómo Jesús se humilló y fue obediente a Dios. Ahora vamos a hablar de otro hombre humilde.

Doña Beatriz sacó una pizarra portátil en la que había escrito: Moisés era muy humilde, más humilde que cualquier otro sobre la tierra.

–¡Moisés! –gritaron los niños–. ¡Moisés era humilde!

De príncipe a pastor

Entonces empezaron a recordar las cosas que doña Beatriz les había contado acerca de Moisés. Nació en un tiempo en que el pueblo de Israel era esclavo en Egipto. Su madre lo puso en una canasta en el río para salvarlo de la orden del rey de que debían matar a todos los varoncitos.

La princesa, la hija del rey de Egipto, lo encontró y lo adoptó como su hijo. Moisés creció rodeado de todos los lujos y privilegios que tenían los príncipes en Egipto; pero no se olvidó de su familia y la vida de esclavos de su pueblo.

Un día, Moisés observó que un egipcio golpeaba a un esclavo de su pueblo Israel, así que mató al egipcio. Cuando el rey faraón se enteró de esto, quiso matar a Moisés. Entonces Moisés huyó a la tierra de Madían.

Allí comenzó una nueva vida, como pastor de ovejas. Se casó con una muchacha llamada Séfora.

De pastor a libertador

Pasaron cuarenta años. Un día, mientras pastoreaba las ovejas, Dios se le apareció en medio de una zarza que ardía y no se consumía. ¡Qué cosa asombrosa! Desde la zarza Dios llamó a Moisés para que vaya a liberar a Israel.

¿Liberar a Israel? Moisés no se creía capaz de hacer tal cosa. El pueblo de Israel era grande, con miles de personas; en realidad, dos o tres millones. Liberar a toda esa gente sería una labor tremendamente delicada y difícil. Dios le prometió su ayuda, y le dio poder para obrar milagros. Moisés fue humilde y obedeció la voluntad de Dios.

El rey faraón no quiso soltar al pueblo de Israel; pero Dios hizo muchas maravillas, hasta que el faraón ordenó que se fueran. Comandados por Moisés, los israelitas salieron rápidamente de Egipto.

Cuando llegaron al mar Rojo, donde no había pase, Dios les abrió un camino por en medio del mar, que sirvió para que los israelitas pasen tranquilamente. El ejército de Egipto que los perseguía murió ahogado en el agua.

Dios mismo defiende a Moisés

María y Aarón, los hermanos de Moisés, lo ayudaban a guiar al pueblo. Pero se quejaron contra él, diciendo: «¿Acaso Dios habla solamente por medio de Moisés?»

Entonces Dios mismo salió en defensa de Moisés. «Mi siervo Moisés es fiel en toda mi casa –dijo Dios–. Moisés es humilde. ¿Cómo se atreven a hablar contra él?»

Por haber hablado en contra de Moisés, Dios castigó a María. Quedó con todo el cuerpo cubierto de lepra.

Con toda humildad Moisés oró al Señor por su hermana, pidiendo que Dios la perdonara. ¡Y Dios perdonó a María!

Cuarenta años Moisés, el libertador humilde, guió al pueblo de Israel.

MIS PERLITAS

En MIS PERLITAS está todo lo que corresponde a esta historia.

La próxima virtud es INTEGRIDAD. ¿Qué significa para ti integridad? Busca el significado y piensa en una definición. ¿Qué dirías si alguien te pregunta lo que es la integridad?

Josué se despide

El abuelo Eleazar había visto todas las hazañas de sus líderes Moisés y Josué. Nunca olvidaría el día en que emprendieron la salida de Egipto. El recuerdo más impresionante era del mar que se abrió, cuando caminaron por el fondo del mar en tierra seca.

–Esa vez me saqué la suerte –dijo el abuelo–. Conocí a la niña más hermosa del mundo.

–Eleazar –le exhortó la abuela–. Eso no fue “suerte” sino la bendición de Dios.

–Nosotros tenemos la suerte de que ustedes son nuestros abuelos –dijo Eliab.

–Es bendición –le exhortó la abuela–. Nunca olviden eso. No creemos en la suerte sino en la bendición de Dios.

–¡Bendición! ¡Bendición! –cantó Elizabet–. Ella siempre ponía melodía a las palabras, porque le gustaba mucho cantar.

–Todo ha sido emocionante. Cruzar el mar en seco; recoger maná todos los días; ver cuando Moisés golpeó la roca y brotó agua; la serpiente de bronce que Moisés levantó cuando hubo una plaga de serpientes venenosas.

–Lo que no fue nada lindo es el castigo que recibimos por la falta de fe de los espías –dijo la abuela–. El abuelo y yo nos sentimos muy desilusionados. Porque ellos no creyeron que conquistaríamos la Tierra Prometida pasamos cuarenta años en el desierto.

–Quizá lo más emocionante fue cruzar el río Jordán –dijo el abuelo–. Porque entonces estuvimos en la tierra que Dios nos había prometido.

–Ahora tenemos una casa –dijo Eliab–. Me gusta que ya no vivimos en carpas. ¡Se acabó la vida del desierto!

Siguió la conversación. Eleazar y Raquel recordaban todas las maravillas que habían visto en el largo viaje por el desierto. Ahora sus nietos disfrutarían de la tierra que Dios les había dado.

La despedida

Así como Moisés antes de él, Josué también fue un buen líder, que enseñó al pueblo a seguir los caminos de Dios. Había pasado el tiempo y Josué ya era anciano.

Antes de morir, reunió a todo el pueblo de Israel en Siquem, al pie del monte Ebal. Vinieron todas las tribus con los líderes, los jueces y los oficiales. ¡Y allí estaba Eleazar con toda su familia!

¿Para qué los reunió Josué? Para hacerles recordar todas las maravillas que Dios había hecho con ellos. Paso por paso fueron recordando lo que Dios había hecho por su pueblo.

Como un anciano padre hablaría a sus hijos y nietos, así Josué habló al pueblo.

–Hijitos, no se olviden de las maravillas que Dios ha hecho. Ustedes han recibido una tierra hermosa. Viven en ciudades que no han edificado, y comen de viñas y olivares que no han plantado.

»Les digo lo mismo que Dios me dijo a mí. Esfuércense en cumplir todo lo que dice el libro de la ley de Moisés; cúmplanlo al pie de la letra. No adoren a otros dioses. Sirvan de todo corazón al Señor.

Una piedra de testigo

Luego de hacer recordar al pueblo todas estas cosas, Josué las registró en el libro de la Ley de Dios. Después levantó una enorme piedra y la colocó bajo un árbol que estaba junto al santuario del Señor.

–Esta piedra es testigo de todo lo que el Señor ha dicho, para que ustedes no mientan –dijo Josué.

¿Qué habían prometido ellos?

  • Sólo al Señor serviremos.
  • Sólo al Señor obedeceremos.

Sirve hoy al Señor

Tú y tus amigos son los futuros líderes. Dios tiene maravillosos planes para ti. Pero no tienes que esperar hasta «mañana» para servir al Señor. Hoy mismo puedes ser un siervo de Dios obediente. ¿Esa promesa que oyó la piedra? Haz tú también esa promesa a Dios:

«Sólo al Señor mi Dios serviré, y sólo a él obedeceré.»

MIS PERLITAS

En MIS PERLITAS encuentra láminas, actividades y multimedia para esta historia.

Aquí termina la historia de Eleazar y Raquel,

y de Eliab y Elizabet.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Josué lee la Ley en el monte Ebal

Por medio de Moisés Dios dio la ley al pueblo. Pero no había libros como los nuestros. Para que el pueblo de Dios no olvide las ordenanzas del Señor, Moisés mandó que al entrar en la Tierra Prometida se escribiera la Ley sobre piedras. Josué debía escribir claramante todas las palabras de la Ley.

Después de lo que pasó con Acán, que fue castigado con toda su familia, los israelitas comprendieron que era muy importante obedecer todo lo que Dios les mandaba.

Moisés escribió en rollos de cuero los mandatos de Dios. Para Josué y los israelitas era importante que hicieran estas tres cosas:

Hablar siempre del Libro de la Ley.
Pensar siempre en el Libro de la Ley.
Cumplir lo escrito en el Libro de la Ley.

 

Un altar en el monte Ebal

En la familia de Eliab y Elizabet hablaban de lo que Moisés había mandado al pueblo antes de morir. Al entrar en la Tierra Prometida debían edificar un altar a Dios.

–Tiene que ser un altar muy especial –dijo el abuelo Eleazar, que recordaba lo que Dios había hablado por medio de Moisés–. Es importante que sean piedras grandes y lisas para que se pueda escribir claramente en las piedras.

–Abuelo, ¿cómo va a encontrar nuestro líder Josué esas piedras? –preguntó Eliab.

–¿Por qué no le ayudamos a buscarlas? –dijo Elizabet.

Y eso es lo que hicieron, ellos y sus amigos. Salieron a buscar piedras y avisaron a Josué y sus guerreros cuando encontraban alguna buena piedra. Las piedras eran tan grandes que los niños no podían levantarlas. Josué mandaba a hombres fuertes que las llevaban para armar el altar.

Josué debía levantar el altar en el monte Ebal. Ese era el lugar donde Abraham, 600 años antes, había edificado un altar a Dios. Esto era emocionante para Eliab y Elizabet, especialmente porque el papá había dicho que ellos podían ir al monte Ebal. Toda la familia iría.

Josué había mandado mensajeros a decir que todo el pueblo se reuniera en el monte Ebal. Él hizo traer las piedras más grandes y bonitas para edificar el altar a Dios. Sobre las piedras Josué mandó escribir la Ley. El papá de nuestros amiguitos ayudó a escribir en las piedras. Lo hacían con sumo cuidado para que todas las palabras estuvieran bien escritas. Era importante que no hubiera errores ortográficos.

Josué no omitió ninguna palabra de toda la ley que Moisés había recibido de Dios. Luego, en el altar, los sacerdotes ofrecieron sacrificio a Dios. Después Josué mandó decir que se reunieran todos para escuchar la lectura de la Ley.

La lectura de la Ley

–¿Crees que nos vamos a aburrir? –le preguntó Elizabet a Eliab–. Era bonito ir a buscar piedras. Pero no sé si podré estar hora tras hora escuchando la lectura de la Ley.

–Tenemos que hacerlo –respondió Eliab–. Para no aburrirnos podemos escribir en la arena.

Pero Elizabet no sabía escribir. Sólo los varones iban a la escuela. Las niñas se quedaban en casa con la mamá.

–Eliab, tú sabes que no sé escribir –se quejó Elizabet–. ¿Por qué siempre lo mejor es para los varones? Yo también quiero aprender a escribir.

Aunque eran mellizos, Eliab siempre tenía más privilegios.

Pero algo que Elizabet sabía hacer, y mucho mejor que Eliab, era dibujar. Así que mientras Josué y los jefes de las tribus leían la Ley, Elizabet dibujaba en la arena.

Todo… todo lo que estaba escrito en la Ley de Moisés, Josué hizo leer delante del pueblo. Allí estaban los ancianos, los oficiales, los jueces, los sacerdotes, los hombres, las mujeres, los niños, y los extranjeros que vivían con ellos.

Horas y horas estuvieron de pie en el sol, escuchando la lectura de la Ley de Dios. Entre toda la multitud había una niña sentada en la arena, dibujando. Esa era la forma en que Elizabet escuchaba mejor y aprendía. Así, cuando su papá le hiciera preguntas, ella las podría contestar.

¿Crees que se cansaron? Tal vez, sí. Pero para Josué era muy importante repasar con el pueblo todo lo que Dios había ordenado. No dejó de leer ni una sola palabra de la Ley.

¡Qué felices somos! ¡Tenemos la Biblia para leerla todos los días! Eliab, Elizabet y los israelitas tenían que subir al monte Ebal para leer la Ley de Dios en las piedras del altar.

MIS PERLITAS

Encuentra material para esta historia en misperlitas.wordpress.com.

 

 

 

 

El cruce del río Jordán

Al fin el pueblo de Israel estaba cerca de la meta. Eliab y Elizabet, con sus padres y hermanos, y sus amados abuelos Eleazar y Raquel, habían llegado a orillas del río Jordán y estaban listos para cruzar al otro lado.

Eleazar y Raquel recordaban el milagro que Dios había hecho para que crucen el mar Rojo. Ahora se necesitaba otro milagro.

Era el tiempo de la cosecha y el río venía muy cargado de agua. ¿Cómo cruzarían los millones de israelitas el río Jordán?

El abuelo Eleazar recuerda cuando rescató a un corderito.

Una tarde, Eleazar reunió a su nietos para contarles cómo fue cuando él y la abuela cruzaron el mar Rojo.

Primero el abuelo encontró a Raquel llorando porque se había perdido. No encontraba a su padre entre la multitud de gente. Eleazar se puso valiente, aunque él mismo estaba perdido. Tampoco encontraba a sus padres. Los dos niños caminaron tomados de la mano entre la multitud de gente que empujaba para avanzar.

–Estábamos perdidos –dijo Eleazar–. Entonces encontramos un corderito que también estaba perdido. Lo rescatamos, y fue mi mascota por muchos años.

–¿No les dio miedo andar entre tanta gente? –preguntó Eliab.

–Yo temblaba –respondió el abuelo–. Pero tenía que ser valiente para consolar a la niña perdida que confiaba en mí.

–Dios cuidó de nosotros –dijo la abuela Raquel–. Al fin, después que cruzamos el mar, nuestros padres nos encontraron. Pero cruzamos solos. El agua se había separado como dos muros y caminamos en el fondo del mar por tierra seca. Lo más divertido era ver los peces dentro del muro.

–Ahora tenemos que cruzar el río para llegar a la tierra que Dios nos ha prometido –dijo el abuelo–. Seguro que Dios va a abrir camino. Me emociona pensar que cuando yo era niño cruzamos el mar y ahora voy a cruzar el río con mis hijos y nietos

El pueblo se purifica

–Abuelo, los espías que Josué mandó para reconocer la tierra dicen que la gente nos tiene miedo –dijo Eliab.

–Cuando yo era niño y Moisés mandó espías, ellos volvieron llenos de miedo –respondió el abuelo–. Por ellos, porque confiaron en Dios, hemos vagado cuarenta años en el desierto. ¡Ahora sí tenemos que confiar en el poder de Dios!

–Niños –dijo la abuela–, Josué ha mandado que nos purifiquemos, porque Dios va a hacer maravillas.

–¿Cómo vamos a purificarnos? –preguntó Elizabet.

–Necesitamos pedir perdón al Señor por nuestros pecados y así alistarnos para ver un milagro. También debemos bañarnos y lavar nuestra ropa.

–¡Ah! Es como estar limpios por dentro y por fuera –dijo Eliab.

Moisés y el pueblo que se purifica junto al monte Sinaí.

–Recuerdo cuando era niño y nos purificamos –dijo el abuelo–. Antes que Dios bajara al monte de Sinaí para dar la ley a Moisés, pedimos perdón al Señor y lavamos nuestra ropa.

–Ahora, ¡todos a purificarnos! –dijo la abuela Raquel.

Un cruce emocionante

Todo Israel estaba ocupado en purificarse. Los israelitas lavaron su ropa, se bañaron, y prepararon su corazón pidiendo perdón a Dios. Todos querían estar listos para cruzar el río. ¿Crees que también hicieron lanchas y botes para cruzar? No, nada de eso. Pero ¿cómo iban a cruzar el río?

Imagina que amaneció una linda mañana. Los pájaros cantaban como nunca; el sol brillaba con más esplendor. Los ángeles miraban con expectativa a la tierra. ¡Qué día emocionante sería!

Los sacerdotes se prepararon para la acción. Tomaron el arca del pacto, el cofre del tabernáculo donde guardaban las de la ley, y empezaron a caminar hacia el río. El pueblo los seguía a la distancia. El río corría con fuerza, cargado de agua.

Eliab y Elizabet miraban desde lejos para ver lo que iba a pasar. Al instante en que los sacerdotes pisaron el agua, el rió Jordán dejó de correr. Ellos nunca habían visto algo semejante. El agua se juntó en un gran montón, ¡como un inmenso muro!

–¡El río sigue corriendo hacia abajo! –gritó Elizabet.

Sí, el río siguió corriendo hasta que se terminó el agua. Así se dividió el río Jordán. Eliab y Elizabet, sus padres y sus hermanitos, sus abuelos Eleazar y Raquel, y todos los israelitas cruzaron en seco, frente a la ciudad de Jericó.

¡Qué alegría sentían los niños! Era muy emocionante caminar en el fondo del río. ¿Crees que recogieron piedritas para tener de recuerdo? Saltaban y brincaban junto a sus padres y sus abuelos. Para Eleazar y Raquel era doble la emoción. De niños habían cruzado el mar Rojo; ¡ahora cruzaban el río Jordán!

Cuando todos habían cruzado el río, Josué mandó que un hombre de cada una de las doce tribus de Israel sacara una piedra grande del fondo del río. Con las piedras edificaron un altar. El altar de piedras les recordaría el gran milagro de cruzar el río.

¡Qué rico durmieron todos esa noche! ¡Al fin habían llegado a la Tierra Prometida! Les esperaban nuevas y grandes aventuras.

LA PERLITA 418

En MIS PERLITAS está todo el material que corresponde a esta historia.

 

 

 

 

 

 

Josué, un guerrero valiente

Eliab y Elizabet eran los nietos mellizos de Eleazar y Raquel. Ellos habían nacido en el desierto, lo mismo que sus padres.

Cuarenta años el pueblo de Dios había vagado en el desierto. Era el castigo porque el pueblo no creyó que Dios podía ayudarles a conquistar la Tierra Prometida.

Ahora estaban nuevamente listos para conquistar la tierra. Tenían un nuevo líder. Dios lo había escogido. Era Josué, el siervo que había acompañado a Moisés todos los años en el desierto.

–Abuelito –dijo Eliab–, yo sé lo que Dios le ha dicho a Josué.

–¿Cómo lo sabes? –preguntó Elizabet–. ¿Por qué siempre tú te enteras de todas las cosas y yo no?

–Mis amigos lo oyeron cuando Josué se lo dijo a su amigo Caleb. Ellos me pasan las noticias.

–¿Qué le dijo Dios?

–Le dijo que sea valiente y obediente, que Dios estaría con él como había estado con Moisés.

Victoria sobre Amalec

–¡Cuéntanos, abuelo! ¡Cuéntanos cómo fue! –le pidió Elizabet.

A los niños les encantaba oír las historias que el abuelo les contaba. Y les contó…

Cuando los amalecitas vinieron a atacarnos, Moisés le ordenó a Josué que escogiera algunos de los hombres como soldados y saliera a combatir al enemigo. Le dijo que él estaría en la cima de la colina con la vara de Dios en la mano.

Josué se puso valiente y obedeció a Moisés. Fue a la batalla contra los amalecitas. Moisés, con Aarón y Hur, subieron a cima de la colina. Moisés levantó los brazos en oración a Dios. Mientras mantenía los brazos levantados, nosotros ganábamos; pero cuando los bajaba, los amalecitas ganaban

Pero Moisés se cansó de tener los brazos levantados. Entonces su hermano Aarón y Hur tomaron una piedra grande para que se sentara. Luego ellos le sostuvieron los brazos, a ambos lados.

Todo el día Moisés siguió sentado en la piedra con los brazos en alto. A la puesta del sol, ¡Josué derrotó al ejército amalecita!

–Me hubiera gustado estar allí –dijo Eliab.

–Yo estuve allí –dijo el abuelo–. Mis amigos y yo éramos muy curiosos. Nos subimos a la colina para mirar. Mi papá no fue escogido para esa batalla; pero sí uno de mis tíos. Yo hubiera ido; pero no aceptaban a niños como soldados. Tenía que esperar hasta cumplir veinte años para entrar al ejército.

–Entonces te casaste con la abuela –dijo Elizabet–.Yo sé lo que pasó. Moisés dijo que te quedaras en casa un año para hacerla feliz.

–¡Y sigo haciéndola feliz! –dijo el abuelo con una gran sonrisa–. ¿Verdad que sí, Raquel?

–El abuelo me ha hecho feliz desde que yo era niña –contestó Raquel–. Eleazar es un muy buen hombre.

Valiente y obediente

–Estábamos hablando de nuestro nuevo líder –les recordó el abuelo–. Tenemos que orar por Josué para que Dios lo ayude en la conquista.

–Dios le dijo que no tenga miedo, que no se desanime.

–¿Qué pasó después que Josué y los soldados vencieron a los amalecitas? –preguntó Elizabet.

–Moisés escribió en un rollo de cuero toda la historia de cómo vencimos a Amalec, para que nunca lo olvidemos –respondió el abuelo–. Además, Moisés ha escrito todo lo que pasó en el desierto, y también todas las leyes. Moisés ha sido un gran líder.

–Yo me acuerdo que Moisés edificó un altar y lo llamó “El Señor es mi estandarte”. Todos hicimos fiesta porque Josué ganó la batalla –dijo la abuela Raquel.

–Josué ganó porque Moisés levantó las manos –dijo Eliab–. Seguramente estuvo orando a Dios.

–¿Quién va a levantar las manos ahora, para que nuestro nuevo líder siga ganando batallas? –preguntó Elizabet.

–Nosotros vamos a apoyar a Josué –dijo el abuelo–. Todos los días oraremos para que nuestro nuevo líder siga siendo valiente y obediente. Tenemos una gran conquista por delante.

–Yo también quiero ser valiente –dijo Eliab–. Ya verán cuando sea soldado. Los voy a defender con todas mis fuerzas.

–Pero cuando te cases te quedarás en casa un año –dijo Elizabet–. ¡Ja, ja, ja! Tendrás que hacer feliz a tu esposa.

–No te rías, nieta preciosa –dijo el abuelo–. Ese año que pasé con Raquel fue el mejor de mi vida.

–Eliab, espero que seas un hombre tan bueno como tu abuelo –dijo Raquel–. ¡Mi amado Eleazar es campeón!

–Vamos a ir a la conquista con nuestro nuevo líder –dijo el abuelo–. Con la ayuda de Dios Josué va a ser nuestro campeón.

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La bendición de Moisés

Eleazar y Raquel pasaron cuarenta años en el desierto. Se habían sentido muy emocionados de ir a conquistar la Tierra Prometida. Pero porque el pueblo no creyó que Dios podía ayudarles en la conquista, tuvieron que vagar por el desierto hasta que murieran todos los incrédulos.

Había pasado el tiempo y ahora estaban cerca de la conquista. Nada les había faltado. La ropa no se gastó y las sandalias seguían como nuevas. Eleazar tenía las sandalias de su papá y estaban en perfecto estado. ¡A nadie se les había hinchado los pies en el camino!

No había mucho que hacer en el desierto; pero los niños eran expertos en inventar juegos. La diversión de Eleazar y Raquel era ver quién salía primero en la mañana a recoger maná, esas semillitas que cubrían el suelo como rocío. El sabor era como de hojuelas con miel. ¡Riquísimo!

Se casan Eleazar y Raquel

Simón y Elizabet, los padres de Eleazar, y Joel, el papá de Raquel, eran buenos amigos. Un día se reunieron para hablar de algo muy importante. Eleazar ya era grande y estaba en el ejército de los israelitas. Raquel era una joven muy hermosa, con un buen corazón. Como no tenía mamá, ella se encargaba de atender a su padre.

–Nuestros hijos han sido amigos desde que Eleazar rescató a Raquel –dijo Simón–. Ellos se quieren mucho.

–Sí –dijo Joel–. Eleazar es el mejor amigo de Raquel.

–Pienso que deben casarse y formar una familia –dijo Simón–. No puedo imaginar una mejor esposa para mi hijo que la bella Raquel.

Después de ponerse de acuerdo decidieron hablar con Moisés para pedir que les diera la bendición. También dieron la noticia a Eleazar y Raquel. Para ellos era natural que sus padres escogieran la persona con quien se casarían.

–Raquel, me siento feliz de que serás mi esposa –dijo Eleazar y le dio un fuerte abrazo.

–No puedo imaginar un mejor esposo para mí –dijo Raquel, con una hermosa sonrisa dibujada en su rostro.

Felices hicieron los preparativos para la boda. Fue un gran honor que Moisés aceptara darles la bendición.

Invitaron a sus parientes y amigos para que los acompañaran.

Eleazar firmó un documento, llamado ketubbah, en que prometía ser fiel a su esposa. Él lo tenía en su mano durante la ceremonia.

Después de la bendición, Moisés dijo:

–Ahora, hijo, te toca hacer feliz a tu linda esposa. Tal como Dios ha ordenado, no irás


al ejército por un año. Te quedarás en casa para alegrar a Raquel. Trátala con mucho cariño.

Un año para hacer feliz a Raquel

¡Qué alegría! Eleazar tendría todo un año para disfrutar con su amada esposa, la amiga de su niñez. Lo primero que hizo fue preparar una linda carpa donde armarían su hogar.

La vida seguía su curso. Cada mañana se levantaban para recoger maná; pero ahora en vez de volver a las carpas de sus padres iban a su propia carpa y Raquel preparaba ricas tortillas de maná para el desayuno, el almuerzo y la cena.

Todos los días comían la misma cosa. Era una comida monótona pero llena de vitaminas y de todos los nutrientes que necesitaban para estar sanos. En el campamento de los israelitas nadie se enfermaba.

Un día salió una orden a los soldados de que se reunieran, porque los atacaba el rey de Arad. Eleazar se alistó para ir a defender a Israel. Entonces recordó lo que Moisés le había dicho, de que se quedara en casa para hacer feliz a Raquel.

–No te preocupes mi linda Raquel –dijo Eleazar–. Te voy a defender aquí en nuestra carpa. Nadie te hará daño.

En los brazos de Dios

Pasaron los años. Moisés bendijo al pueblo antes de su muerte. Tenía 120 años; pero no parecía viejo. Era tan fuerte como cuando salió con el pueblo de la esclavitud de Egipto.

Para Raquel fue especial la parte de la bendición, que decía que Dios siempre nos sostiene entre sus brazos.

Raquel se sentía segura en los brazos de su amado Eleazar. Sus hijos y sus nietos se sentían seguros porque el papá y abuelo Eleazar los defendía contra cualquier peligro. Pero nada era como sentirse protegida en los brazos de Dios.

Dios también es tu refugio. Confía siempre en Él.

Mis Perlitas

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Un santuario para Dios

En el campamento de los israelitas había gran movimiento. Chicos y grandes corrían de aquí para allá, todos felices entregando sus ofrendas. Eleazar y Raquel saltaban alegres mientras llevaban su ofrenda. Raquel llevaba sus aretes de oro, que le había dado una vecina en Egipto. También regalaría un pomo de perfume.

Eleazar está contento de ofrendar

Ofrendas, ¿para qué? Las ofrendas eran para edificar un santuario para que Dios viva en medio de su pueblo. ¡Un santuario!

¿Qué es un santuario? Es un templo, un lugar para adorar a Dios. El santuario que iban a construir los israelitas era diferente; se llamaba tabernáculo. Tenía que ser portátil, para que pudieran armarlo y desarmarlo en sus viajes.

¿Qué ofrendas traía la gente? Para la construcción del tabernáculo se necesitaba:

  • oro, plata y cobre
  • tintes azul, púrpura y rojo
  • lino fino
  • pelos de cabra
  • pieles de carnero
  • madera de acacia
  • aceite para lámparas
  • perfumes
  • piedras preciosas

¡Y mucho más!

Dios dio las instrucciones

¡Qué alegría sentían los israelitas! Iban a tener un lugar propio para adorar a Dios; un lugar que ellos mismos habían ayudado a preparar. Nunca habían tenido un santuario.

Eleazar recordaba el día cuando Moisés bajó del monte y su cara brillaba. Moisés tuvo que ponerse un velo porque el brillo les empañaba la vista. Dos veces Moisés pasó cuarenta días en el monte con Dios. Allí Dios le dio todas las leyes, y las instrucciones para hacer el santuario.

Moisés necesitaba gente que le ayudara a construir el santuario. Para dirigir el trabajo, Dios nombró a Bezaleel y Aholiab. A ellos les dio sabiduría por medio del Espíritu Santo, para que hicieran toda clase de diseños y trabajo artístico. El Señor también les dio sabiduría extraordinaria para que puedan enseñar a otros. Ellos dirigieron el trabajo.

Para Eleazar era muy emocionante porque Aholiab era su tío. Entre sus compañeros él se mostró un poco orgulloso; pero cuando su tío se dio cuenta de esto lo reprendió. No era cosa de jactarse sino de ser humilde y agradecer a Dios.

Bezaleel y Aholiab

Más de lo necesario

Eleazar ayudaba a su tío. Le alcanzaba las herramientas o hacía mandados. Él escuchaba las conversaciones de los trabajadores. Un día oyó que tenían una gran preocupación.

¿Qué será que los preocupa? pensaba Eleazar.

Bezaleel y Aholiab estaban preocupados porque el pueblo de Dios traía muchas ofrendas.

–No sé qué hacer con todo lo que trae la gente –dijo Aholiab–. Tengo que hablar con Moisés.

Moisés inmediatamente dio una orden para que ya no se dé más ofrendas. Por todo el campamento los mensajeros gritaban: «¡No más ofrendas! Hay suficiente material.»

¡Imagínate! Ya no tenían permiso de dar más ofrendas. Había todo lo necesario para hacer la obra, ¡y sobraba!

La gloria de Dios

Todos trabajaron felices en la construcción del tabernáculo. A los hombres les tocó hacer los muebles y los utensilios.

Las mujeres tejían e hilaban. Tenían que hacer muchas cortinas. También hicieron vestidos para los sacerdotes.

La mamá de Eleazar y sus amigas

Raquel acompañaba a la mamá de Eleazar. ¿Recuerdas que su mamá había muerto? Ahora la mamá de Eleazar era como su mamá y Eleazar era como su hermano.

Un día Aliohab llegó con una noticia emocionante a la carpa de la familia de Eleazar. El trabajo del santuario estaba listo.

–Mañana vamos a armar el tabernáculo –dijo–. Pienso que Eleazar y sus amigos querrán ir a mirar.

¡Cómo miraban! Una por una, con sumo cuidado, armaron cada parte de ese hermoso santuario en el desierto. Dios había dado instrucciones específicas de cómo armarlo y desarmarlo. Era importante que se cumpliera cada detalle.

Cuando todo estuvo armado, Dios mostró su gloria. ¡Una gran nube se posó sobre el santuario! Y allí quedó la nube hasta que era hora de seguir el viaje.

Durante cuarenta años Eleazar y Raquel vieron la gloria de Dios sobre el santuario, ese tabernáculo que todos habían ayudado a construir. Muchas fueron sus aventuras. En todas ellas, Dios nunca los abandonó. ¡Con sus hijos y sus nietos llegaron a la Tierra Prometida!

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Aquí terminan las Aventuras en el Desierto. Pero habrá una segunda parte.

Vendrá pronto:

LA CONQUISTA DE LA TIERRA PROMETIDA